Orlando Cadavid


Con la precisión del mejor relojero suizo ha construido en su briosa pluma el escritor bogotano Juan Gabriel Vásquez el suicidio del legendario caricaturista antioqueño Ricardo Rendón en su novela titulada “Las reputaciones”, obra que gira alrededor de todos los Osunas habidos y por haber.
El trágico episodio está próximo a cumplir 90 años y todavía se desconocen las razones que llevaron al consumado artista del lápiz y el pincel a tomar la fatal determinación, cuando apenas tenía 37 años, aquella lejana tarde del 28 de octubre de 1931, en un conocido establecimiento público del centro de la bucólica Bogotá de entonces.
Nació en Rionegro, Antioquia, en 1894. Caricaturista conocido con el seudónimo de Daniel Segri. Hijo de Ricardo Rendón y de Julia Bravo. Realizó estudios en la Escuela de Bellas Artes de Medellín y en el taller de Francisco A. Cano. Considerado el mejor caricaturista de Colombia de mediados del siglo XX. “Una caricatura de Rendón –comenta el periodista Luis Nieto Caballero– valía más que el mejor editorial”. Colaborador de los periódicos El Tiempo, El Espectador, La República, El Gráfico, El Colombiano, El Correo Liberal y Panida; y de las revistas Cromos y Semana. Fue un crítico implacable de los gobiernos de Pedro Nel Ospina y de Miguel Abadía Méndez. Se suicidó con arma de fuego en el café ‘La Gran Vía’. “Gozó del respeto y la admiración de sus lectores –comenta la asesora editorial Marta Segura– y del temor de la clase política, contra la cual arremetió obstinadamente, erigiéndose en una de las figuras notables del grupo de jóvenes que anhelaba participar en el poder y las decisiones de la República de principios del siglo XX”. Germán Colmenares escribió el libro “Ricardo Rendón: una fuente para la historia de la opinión pública” (1984). Obras: Álbum de caricaturas de los cigarrillos Victoria; El jardín zoológico; Caricaturas (dos volúmenes,1900) y 400 personajes en la pluma de Rendón (1994).
Las últimas horas del maestro. Así las pintó el consumado novelista: «Rendón salió vestido como siempre de luto completo. Se paró unos instantes en la esquina de la carrera séptima y luego entró en ‘La Gran Vía’. Rendón pide una cerveza Germania; la recibe en un charol; enciende un cigarrillo. Piensa en Clarisa, la jovencita de la que se había enamorado en Medellín, tantos años atrás, revive el disgusto y la protesta de los padres de la joven. Piensa en Clarisa y en su terquedad heroica, en su embarazo, su enclaustramiento forzoso, su enfermedad y su muerte».
El momento del disparo fatal. «Rendón termina su cerveza, saca su lápiz y hace el último dibujo (un diagrama de líneas rectas que calculaba el recorrido de una bala al penetrar el cráneo), y escribe en la bandeja estas siete palabras: «Suplico que no me lleven a casa», y luego se lleva a la sien derecha el cañón de la pistola Colt 25. La cabeza que cae pesada sobre la mesa y hace saltar la bandeja con un estrépito metálico, los labios que se revientan con el golpe y el daño que sufre un diente, la sangre que empieza a derramarse… El médico Manuel Vicente Peña redactó en su clínica el informe, el suicidio. La hora de la muerte fue la de las seis y veinte de la tarde».
Rendón visto por un Obregón paisa. El escritor, traductor y caricaturista antioqueño Elkin Obregón retrató así a su paisano en una edición de Credencial de 1990:
«Respetado, admirado y temido en los círculos políticos, amigo y contertulio de una generación que anhelaba el poder, puso su pica en Flandes con singular eficacia para contribuir a ese propósito. Muy poco después del comienzo de la República Liberal (a cuya crítica también aplicó su lápiz). Nadie ha podido dar cabal explicación de su muerte.
La importancia de Rendón como comentarista político de su época es innegable. Si fue casi un ídolo popular en su tiempo, tan dado a la efervescencia partidaria y al panfleto, el paso de los años ha consolidado su lugar en la historia del arte y del periodismo colombiano».
La apostilla: “Todo suicidio crea un hálito de leyenda y contribuye al mito. En el caso de Rendón, su vida, su figura, su misterio y el contraste que todo ello hacía con su humor despiadado y clamoroso, acrecientan esa forma un poco enfermiza de inmortalidad. Pero la obra de Rendón vale por sí sola, y es ella, y también la feroz independencia y honestidad vital que le dio aliento, la que hace parte de nuestra historia”. (Colofón tomado de la Revista Credencial).
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