Después de ocho años con una tendencia a la baja, los casos de homicidio volvieron a aumentar. Manizales pasó de 68 casos en 2017 a 76 en 2018. Si lo expresamos en promedio, equivale a un homicidio cada cinco días. Aunque parece poco, en el contexto internacional es muy alto y debemos partir de la base de que no deberían ocurrir.
Claro: detrás de cada uno de estos 76 casos hay personas, familias y comunidades afectadas. Además, la violencia cambia las conductas de los ciudadanos, destruye la confianza en las instituciones, limita la inversión privada y genera desequilibrios en la distribución de los recursos de inversión. Entonces la violencia en la ciudad tiene consecuencias duraderas y de gravedad.
La tasa de 19 homicidios por cada 100 mil habitantes que tiene Manizales duplica el nivel esperado por la Organización Mundial de la Salud, que considera que cualquier sociedad que tenga tasas de homicidio por encima de 10 por cada 100 mil habitantes tiene un problema epidémico, que debería ser abordado como un asunto de salud pública.
De esta forma, lo más importante en seguridad ciudadana debe ser garantizar la vida de las personas. De hecho, la agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible reconoce la vida como la principal prioridad. Por esta razón, el Gobierno Nacional estableció la tasa de homicidios como el indicador trazador en este tema, es decir, el más importante.
Esto quiere decir que realmente este es el indicador principal a la hora de evaluar las políticas de seguridad ciudadana. Sí, es más importante que los delitos contra el patrimonio y más que la percepción de seguridad.
El comportamiento histórico había mostrado para Manizales una reducción sistemática en el número de homicidios hasta el 2018, año en el cual se presentó un repunte del 12%. Según la Policía Nacional, en los últimos 10 años únicamente se había presentado un aumento de los homicidios del 2% en el 2011, lo que convierte al 2018 en el año con mayor incremento en la década.
Con respecto a otras ciudades capitales que hacen parte de la Red Cómo Vamos, Manizales aún se encuentra entre las ciudades con menor incidencia de este fenómeno, pero fue la ciudad con mayor incremento porcentual de homicidios. Entre las 13 capitales de la Red Cómo Vamos, solamente se incrementaron los casos en Manizales (12%), Santa Marta (10%) y Medellín (4%). O sea que el mayor incremento relativo fue el de Manizales.
Ante esto, lo cierto es que las cifras del 2018 deben volver a poner el foco en los temas de violencia en Manizales.
Al analizar la distribución espacial de los datos, se aprecia un claro síntoma del marcado esquema de segregación que tiene el municipio. 7 de cada 10 homicidios se presentaron en las comunas Ciudadela del Norte, San José, La Fuente y la zona rural. Más de la mitad de los casos presentados en 2018 ocurrieron en las comunas San José y Ciudadela del Norte.
De estos, el caso más delicado es el de la Ciudadela del Norte, donde en promedio hubo un homicidio cada quincena y, además, no se han presentado variaciones significativas en los últimos cuatro años. Esto significa que la situación allí no ha mejorado.
Los aprendizajes en la gestión de la seguridad ciudadana han mostrado que los homicidios se concentran en territorios específicos, donde se pueden realizar intervenciones focalizadas. De este modo, el primer paso para intervenir la violencia es identificar sus patrones, en qué territorio y población se concentra, y qué dinámicas podrían explicarla.
En 2018, el 92% de las víctimas de homicidios fueron hombres, el 66% tenían menos de 34 años y el 97% había alcanzado máximo secundaria.
Así, los datos de los últimos años evidencian que variables como el nivel educativo, el sexo, la edad y el lugar de residencia podrían ser significativos para determinar la probabilidad de ser víctima de un homicidio en la capital caldense.
Según el Observatorio de Violencia y Paz de Manizales, hay una crisis en los proyectos de vida en los jóvenes, pues carecen de proyección de alternativas hacia su futuro. Es allí justamente donde las expresiones de la criminalidad encuentran la población propensa para su accionar.
La solución -que no es mágica- implica necesariamente la intervención de estas poblaciones vulnerables desde un enfoque de convivencia ciudadana. El fenómeno está muy concentrado en hombres jóvenes con bajo nivel de escolaridad, así que unas intervenciones que generen oportunidades de educación y empleo mitigarían los riesgos en esta población.
Desde la educación, disminuir la deserción escolar que se produce en secundaria, generar oportunidades para el acceso a la educación universitaria, técnica o tecnológica, así como reducir las barreras de acceso al empleo formal contribuirían a mitigar los factores de riesgo en los jóvenes.
Todos como sociedad también tenemos una tarea: esto no puede ser paisaje. Casos de homicidio suceden en promedio una vez por semana. Puede que no todos sean tan visibles o que no sucedan en lugares céntricos de la ciudad, pero cabe reiterar: no deberían ocurrir, cada muerte vale… y mucho.
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