“Existe una sensación persistente de que el control que ejercemos sobre nuestras vidas sea cual fuere su grado, se está desvaneciendo”. Esta sobrecogedora afirmación representa bastante bien el tono sombrío del más reciente informe de desarrollo humano de Naciones Unidas 2021-2022: “Tiempos inciertos, vidas inestables. Configurar nuestro futuro en un mundo en transformación”. Los informes del PNUD-mundiales, regionales y nacionales- incluyen un amplio conjunto de indicadores, de los cuales, el más conocido es el índice de desarrollo humano (IDH) que sintetiza: longevidad (expectativa de vida), logros educativos e ingreso. Sobre el aporte del ingreso al desarrollo humano vale la pena recordar que Mahbub ul Haq, creador de los informes, advertía que “la gente no necesita un monto infinito de ingresos para una vida decente”. Por eso el aporte del crecimiento económico al IDH es significativo cuando el ingreso por habitante es bajo y resulta prácticamente nulo cuando el ingreso es muy alto. El filósofo Jeremy Bentham (1748-1832) había planteado una idea parecida: “un chelín gastado por un hombre pobre compra mucha más utilidad que el mismo chelín gastado por un hombre muy rico”.
El tono sombrío del informe 2021-2022 resulta compatible con la reducción -por segundo año consecutivo- del valor del IDH a escala global. En 2021 el IDH cayó en 51% de los 191 países para los que se calcula su valor. En 2020 cayó en el 87% de los países. Lo usual -hasta ahora- era que el IDH aumentara con el tiempo. Incluso, en el nivel global, no disminuyó tras la crisis financiera de 2008, aunque si cayó en el 20% de los países en 2009. El valor del IDH para Colombia en 2019 era 0,767 y el país ocupaba el puesto 83. En 2021 cayeron el valor del IDH del país (0,752) y su posición en el ordenamiento (88). El mejor ubicado es Suiza y el peor es Sudán del Sur, el Estado más joven del mundo (creado en 2011).
En América Latina, el mejor lugar lo ocupa Chile (42). Es el único país de la región en el que el IDH no disminuyó entre 2018 y 2021. De hecho, escaló un puesto en el ordenamiento mundial y, sin embargo, en 2019 se desató un gran estallido social que pareciera recalcar la importancia de las dinámicas de la desigualdad y la privación relativa: El 1% más rico de la población recibe en Chile el 27,1% del ingreso total (en Colombia, que también es muy desigual, esta participación es mucho menor: 19,9%.) A Chile le siguen en el IDH: Argentina (47), Costa Rica, Uruguay (58), Panamá (61), Cuba (83) y Perú (84). México, Brasil y Colombia están en los puestos 86, 87 y 88 respectivamente. Ecuador ocupa el puesto 95, Bolivia el 118 y Venezuela - ¡Quién lo hubiera imaginado hace años! - está en el lugar 120.
Más allá de las comparaciones entre países, lo cierto es que el mundo es un lugar cada vez más incierto. Aún antes de la pandemia, 6 de cada 7 personas en el planeta se sentían inseguras. La historia de la humanidad ha sido escrita por crisis recurrentes. Sin embargo, hoy enfrentamos una serie de crisis interconectadas que se han venido acumulando: la crisis financiera de 2008, el cambio ambiental y climático, la pandemia, las desigualdades, la polarización, las guerras (incluyendo, por supuesto, la de Ucrania), la inflación, la crisis alimentaria y la crisis de la democracia. Hemos llegado -señala el informe- a “un nuevo complejo de incertidumbre” nunca visto. Navegamos en una chalupa en medio de varias tormentas y por aguas desconocidas.
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