Martín Jaramillo L.

Los economistas son impopulares porque le recuerdan a la gente que las cosas tienen un costo, al cuestionar de dónde saldrá el dinero que financiará los programas que se les ocurren a los políticos. No es por gusto que en un coctel en vez de brindar por salud, deporte y vivienda “gratis” nosotros estemos preguntando por los métodos de recaudo para pagar todo eso y hasta por los méritos mismos del subsidio que ocupa el debate de turno.
Hubo una época en que los impuestos tenían el único propósito de pagar los inevitables costos del gobierno para garantizar un Estado de Derecho. Hoy se han vuelto la caja menor para comprar congresistas y jueces. Para calmar a los sindicatos más revoltosos (no los más necesitados) y para emparamar con pesos cualquier experimento social del político de turno, tenga o no fundamentos (un hospital público para mascotas, por ejemplo).
Al otro lado del Atlántico, en la Unión Europea, cada vaca es subsidiada con $2,50 dólares al día. Eso son alrededor de 210 mil pesos colombianos por vaca al mes. En perspectiva, eso es más de lo que tiene el 75% de africanos para vivir. Y eso que la Unión Europea no gana el premio al mayor subsidio a las vacas; según el Banco Mundial, por cada vaca de Japón, su gobierno entrega 7,50 dólares en subsidios, casi un salario mínimo colombiano al mes es transferido a los campesinos por cada cabeza de ganado que tienen.
Estos impuestos terminan siendo costos que se ven en un alimento 44% más caro, según la OECD (Organization for Economic Cooperation and Development). Sin embargo, esto no previene a los políticos de utilizar a “los campesinos” o “el agro” como lema de gobierno para ganar votos; práctica también común en Colombia. El discurso populista de “ayudar los campesinos” cuando lo que se quiere es repartir plata, es un síntoma. La enfermedad es que según la Contraloría General de la Nación, los subsidios en Colombia son más del 40% del Presupuesto General de la Nación.
Hoy en día Colombia gasta más de 110 billones (12% del PIB) en subsidios y un gran porcentaje de ellos van a gente que no los necesita; 110 billones podrían cubrir 100 veces (sí, cien) el presupuesto anual de La Universidad Nacional. El ejemplo claro está en las pensiones, donde el quintil de los colombianos más adinerados recibe el 50% de los subsidios mientras que el más pobre recibe un 4,3%. Como quien dice, el Estado les cobra impuestos a todos y se lo entrega a ricos.
No es popular mostrar la magnitud de la plata que se regala en Colombia a costillas de todos, pero ser popular no es la labor de un economista. Para ellos, los que quieren dar subsidios con plata de otros son “más humanos”, “más decentes” o tienen “más compasión”.
NOTA: Si usted vive de su trabajo, le recomiendo que salga a votar. Todos los vividores del Estado con poco que hacer van a salir a votar, y adivinen por quién.
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