Martín Jaramillo L.

Desde esta columna he criticado fuertemente las ideas demagógicas de los políticos que dicen “defender la industria nacional”. Es una batalla difícil e impopular porque demagogos tienen a su favor el pensamiento superficial, ven eso que Bastiat le llama lo que se ve: es fácil decir que ponerles aranceles a los productos del exterior ayudará a los trabajadores locales. La falla en la lógica se ve al evaluar las consecuencias económicas, o sea lo que no se ve.
El proteccionismo es ilógico e inmoral por varias razones. Si un carpintero en Colombia produce una mesa de noche por 200,000 pesos y una empresa extranjera como IKEA la produce y la envía por un total de 120,000 pesos, algunos escogerán el producto del exterior y le “quitarán” trabajo al querido carpintero local. Sería fácil decir que al carpintero se le puede ayudar prohibiendo la entrada de productos de afuera, pero eso sería obligar a la gente a pagar no 120,000 pesos sino 200,000 pesos por una mesa de noche. ¿Será que es moral que el Gobierno obligue a la gente a pagar 80,000 pesos adicionales para mantenerle el trabajo el carpintero? Yo no creo.
Yo creo que la gente, en vez de ser obligada a proteger empleos que ya no son competitivos, debe tener la libertad de gastarse esos 80,000 pesos en lo que desee. Esa plata que se ahorra no solo se usará para mejorarle la vida al consumidor, que ahora tiene más opciones, sino también para crear trabajos en otras industrias. Entender esta lógica es entender de economía; es entender lo que no se ve, que, aunque no es tan evidente, es igual de importante.
El problema se agrava cuando los productos no son mesas de noche, sino productos básicos, como la comida y la ropa, pues no son opcionales. ¿Es justo que el Gobierno se tome la labor de escoger por los ciudadanos sobre qué comida comprar y de dónde se importa? ¿Es justo que el Gobierno obligue a los pobres a pagar por una comida y una ropa más cara (y así reducir su salario real), para mantener a los trabajadores que ya no son competitivos? Yo no creo.
También hay razones prácticas para poder afirmar que el proteccionismo no es más que demagogia barata. Muchos de los trabajos textiles y del agro que el gobierno ha intentado proteger en este Plan Nacional de Desarrollo, están más amenazados por la automatización que por el comercio internacional; si el objetivo es “proteger empleos”, ¿también vamos a prohibir las máquinas, la tecnología y el progreso?
Una de las propuestas en el PND busca aumentar aranceles a la ropa importada. Según estimaciones de Fenalco, la ropa en Colombia subiría en precio un 25%; el pantalón que hoy le cuesta 80,000 pesos ya le costará 100,000; todo para sostener a unos cuantos chantajistas que quieren un sueldo más alto y menos competencia. Así obligarán a toda Colombia (excepto los ricos que compran la ropa en Miami) a pagar más para vestirse. Eso podrá favorecer a los textileros o a “la industria nacional”, pero eso afectará a la ciudadanía, especialmente a los más pobres.
El país podrá tener una batalla difícil, pero podemos empezar por la ciudad. Aspirantes a la Alcaldía, ¿qué propuestas tienen para preparar a los manizaleños para los trabajos que aún no existen? El Foro Económico Mundial estima que el 65% de los niños que empiezan hoy su educación, trabajarán en empleos que aún no existen. Mientras que en Bogotá se pelean por proteger empleos del pasado, Medellín inaugura el centro para la Cuarta Revolución Industrial.
¿Dónde quieren a Manizales? ¿En el pasado, o en el futuro?
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