Martín Jaramillo L.

El progreso tecnológico suele ser más rápido que el cambio social; la tecnología nos ofrece soluciones que aún no estamos seguros de querer o necesitar. El cambio social es, a su vez, más rápido que el cambio político; cuando nos damos cuenta de que algunas tecnologías nos pueden ser útiles o inclusive necesarias (para ir al trabajo, estudiar o visitar la familia), el gobierno las prohíbe.
Lo vimos con Uber: Unos jóvenes emprendedores crearon una aplicación que conecta a dos tipos de personas; a quienes quieren utilizar su tiempo y su vehículo para servirle a otros, y a personas que están dispuestas a pagar por ese servicio. La tecnología lo único que hace aquí es facilitar la cooperación entre personas libres, ¿debería ser eso un crimen?
¿Y el cambio social? Los taxistas protestan. Mientras antes tenían licencia para prestar un mal servicio porque no tenían competencia, se vieron en la situación del resto de mortales de tener que ofrecer un buen servicio para ganarse la vida. Y sin ser sorpresa, con el cambio político en resistencia, el gobierno le quita la licencia de conducción por 25 años a unas personas cuyo único delito es buscar ofrecer un mejor servicio de movilidad.
Pero el debate de hoy es sobre la aplicación de patinetas eléctricas para alquiler que ya es una realidad en Bogotá. La dinámica es así: los andenes, los cafés y los supermercados se llenaron de patinetas eléctricas, hay una prácticamente en cada esquina. Si usted se encuentra una mientras va caminando por la calle y la quiere usar, puede abrir la aplicación, escanear el código en la patineta con su celular y disfrutar de un medio de transporte rápido (25 km/h aprox.), relajante y divertido, preciso para la avenida Santander de Manizales.
Cuando usted termina el viaje la deja en cualquier lugar: al frente de su casa, en la puerta del supermercado o a la entrada de la universidad. Al indicar “finalizar el viaje” en la aplicación, la patineta se bloquea y dejan de cobrarle, así queda disponible para el siguiente usuario. La patineta bloquea las llantas cuando no está activada por un usuario que esté pagando y un GPS cerca del motor controla los robos, con una tecnología que ya ha sido exitosa en Bogotá.
Estas patinetas no contaminan, no generan trancón y no hacen ruido. En un par de meses esa aplicación le ha brindado más soluciones reales de movilidad a la gente y más alternativas no contaminantes de lo que el mismo Estado le ha ofrecido en los últimos 10 años.
Este año de elecciones regionales espero que los ciudadanos premien con votos a aquellos candidatos que buscan incorporar la tecnología y las soluciones de iniciativa privada en vez de bloquearlas o prohibirlas. Ojalá Manizales liderase el camino.
Pero las patinetas ya están en la mira de los taxistas, como pasa con cualquier solución a la vida de las personas que no involucre pagarles a ellos. Ya en Bogotá las han acusado de competencia desleal y de que pueden ser peligrosas (como si las bicicletas, las motos o el mismo carro no lo fueran). Dependerá de los dirigentes escoger si ceder ante los chantajes de paros o poner primero al ciudadano y a la libre y sana competencia.
En el futuro cercano tendremos tecnologías verdaderamente revolucionarias. Carros que se manejan solos, algoritmos que diagnostican enfermedades mejor que los mismos médicos (que les servirán de apoyo) y drones que llevan pizzas a domicilio. La tecnología está para quedarse, solo nos queda decidir si transformarnos y aprovecharla, o intentar prohibirla.
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