Martín Jaramillo L.

La opinión suele darle el beneficio de la duda al gobierno hasta sus primeros 100 días.
En este tiempo, Iván Duque ha demostrado ser más moderado que sus copartidarios incendiarios del Centro Democrático, al punto que se le acusa de tener poco liderazgo. Esto último le puede pasar una larga cuenta de cobro.
Los grupos que quieren beneficios del gobierno le medirán el aceite. Los partidos piden mermelada (¿vieron que la esposa de César Gaviria ya es embajadora?), los estudiantes más plata y los arroceros protección de la competencia internacional. A eso se le sumarán los caficultores, camioneros, taxistas, profesores, sindicatos y el resto de grupos organizados que tienen el poder de chantajear con bloqueos y paros al gobierno nacional.
Todos los ministerios necesitan más plata, diría uno. No somos excelentes ni en educación, ni en salud, ni en salarios; pero recordar que no existe tal cosa como un “almuerzo gratis” nos muestra la inevitable realidad de que cada peso prometido es un peso que se debe recolectar. Para recolectar más hay dos preguntas fundamentales: 1. ¿Se puede recolectar más? y 2. ¿Queremos recolectar más?
¿Se puede, y queremos, subir el IVA al 22% sin deprimir el consumo? ¿Se puede, y queremos, gravar la canasta familiar? ¿Quisiera usted mismo, y puede, pagar más impuestos? No creo.
¿Queremos subirle impuestos a las empresas? ¿Queremos afectar la competitividad del país? Esta decisión nos pone más lejos de las prácticas de Suiza, Alemania, Singapur y EE.UU y más cerca de Somalia, Pakistán, Etiopía y Venezuela (Ranking Doing Business del Banco Mundial).
El aceite tibio de Iván Duque lo tiene en líos: él y su bancada completaron ocho años tildando de derrochón el gobierno Santos, pero este gobierno (con grandes presiones por más gasto) nos ha mostrado dos cosas: más impuestos (a la canasta básica, la cerveza, las personas) y más gasto (aún como porcentaje del PIB).
La austeridad que Duque prometió en campaña resultó ser derroche en gobierno en niveles más altos que el gobierno Santos.
Veamos los datos: Duque primero anunció que encontró el presupuesto desfinanciado en 25 billones. Después, por el aumento de precio del petróleo, que solo eran 14 billones (que es lo que buscan recaudar con la ley de financiamiento). Esos 14 billones son aumentos en gastos de funcionamiento (que le criticaban a Santos de ser terriblemente altos) y aumentos también en inversión. Ellos incrementan el gasto y nadie está contento.
Esto suma un gasto sobre el PIB del 19,5%, el más alto de los últimos tres años. Como decía mi colega Marc Hofstetter sobre los 14 billones: “ese 'hueco' no es una fatalidad heredada, sino una lista de compras del nuevo gobierno”.
Si usted criticaba a Santos por derrochón, por coherencia debe también reprobar a Duque. Si le parecía bien el gasto de Santos (en educación, por ejemplo), debe aplaudir a Duque, pues ahora es mucho mayor. Y si le parece que los dos dejan “desfinanciado” el país, pregúntese si usted estaría dispuesto (y puede) pagar más impuestos, solo por coherencia.
Los 100 días del gobierno que prometió austeridad y bajar impuestos han sido dedicados a buscar en cada rincón dónde nos pueden clavar más. Hasta ahora han encontrado el blanco en la clase media.
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