Mario César Otálvaro

Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Manizales
Los de mi generación -que vimos asombrados el aterrizaje del hombre en la luna, o como los Beatles desafiaban al mundo e imponían sus ideas- crecimos oyendo radio.
Tiempos de cambio, bota campana, camisa de cuello largo, pelo hasta los hombros, el movimiento hippie y la liberación femenina, o las canciones de Sandro, los temas de moda. Las noticias de Todelar y ‘su mundo de oyentes’ o las tardes de ‘fútbol al aire libre’ retumbaban desde el viejo receptor de tubos que se encendía y tardaba en sonar.
Las voces de Eduardo Aponte Rodríguez o Diego Zuluaga Triviño aquí relataban lo que sucedía en un país convulsionado por una revolución social que trastocaba costumbres.
En Manizales, un personaje de los medios, Javier Giraldo Neira -el hijo del Gerente de La Patria sobresalía por su rebeldía juvenil, con una voz y oratoria únicas, que embelesaban.
De la mano de papá -ya en el cielo- íbamos al Londoño Londoño con el transistor, y en la tribuna de sol central con el máximo de volumen escuchábamos a Javier.
Ejercicio que hacía eco al realizarlo la mayoría de asistentes -cuentan jugadores que en el campo se oía lo que decía- sintonía que nunca nadie en la plaza puedo igualar.
A ese amor inagotable por el fútbol se sumó entonces la admiración y el querer ser como ese que hablaba por la radio y deslumbraba, e instintivamente se fue creando ese propósito. Infaltable su ‘Estadio y Multitudes’ por Radio Manizales: ‘Un programa con la crítica, el comentario y la información novedosa de la actualidad deportiva...’.
A la par, Javier desde su terruño -ofertas le sobraron- era quien seguía los juegos de la Selección recorriendo el planeta al lado de Jorge Eliécer Campuzano o Pastor Londoño Pasos.
Inolvidables sus debates a Álex Gorayeb, o a la escuela de Estudiantes, que en esos días de televisión incipiente marcaron índices de audiencia radial irrepetibles en Colombia.
En los setentas creó el exitoso semanario Nuevo Estadio y montó Ondas del Nevado, emisora que con su música ahorraba la penosa declaratoria de amor a la novia de turno.
Gestó el primer patrocinio comercial de un equipo de fútbol -Cristal Caldas 72- contribuyó con campañas cívicas en días de pobreza, y fue celoso guardián con los dineros calientes que en los ochentas permearon el fútbol profesional.
Desde el editorial de su revista puso a pensar al país. Implacable en la crítica -muchos lo padecieron- se llegó a decir que ponía técnicos y armaba alineaciones. Con ojo clínico para detectar talentos, de su escuela que fue orgullo regional, partieron hacia la capital quienes hoy son grandes figuras del periodismo colombiano.
César Augusto Londoño, Esteban Jaramillo, Carlos Antonio Vélez, Jorge Enrique Hurtado, Javier Hernández, Ricardo Orrego, y hasta el mismo Iván Mejía, quien sin ser manizaleño, reconoció siempre ser hijo periodísticamente hablando de Javier.
Tuve la fortuna de integrarla, recién egresado como Administrador de Empresas me llamó y me ofreció cargo como redactor deportivo de LA PATRIA, páginas que orientaba.
Le dije "Doctor, no sé escribir", y su respuesta fue "tiene formación académica y eso se aprende, vaya y péguese de Alvaro Gartner y Pedronel Meza". Ahí comenzó mi carrera. A los 15 días me llevó a Todelar, luego fuimos a Caracol -yo le hacía la segunda- gozando de su aprecio, respeto y confianza. ¡Fue un Gran Maestro!.
Gracias, doctor Javier, que Dios lo acoja en su gloria, y como discípulos aplicados no dejaremos que su huella se borre mientras elevamos una plegaria al cielo por su paz eterna.
P.D.: Esta columna Línea de Juego que escribo desde hace 25 años, reemplazó Tiros de Esquina otro tribuna desde donde Javier Giraldo Neira sentó cátedra.
Hasta la próxima...
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