María Leonor Velásquez Arango


Los cambios, especialmente los que se consideran mayores, como el que estamos viviendo por el coronavirus, generan incertidumbre, y ésta a su vez despierta emociones como miedo, rabia, tristeza, impotencia y frustración. Este es el sitio desde donde, en muchos casos, de manera apresurada y buscando salir de la situación, se toman decisiones importantes; sin embargo, habría que ponerle cuidado a la frase ‘no se cortan los árboles en invierno’. En tiempos de incertidumbre y crisis más vale hacer un alto para reflexionar, tomar conciencia y ver el panorama de manera más completa. Algunos todavía piensan que ‘no es para tanto’, que ‘esto ya había pasado en la humanidad muchas veces’. Sorprende leer o escuchar este tipo de afirmaciones por parte de ciudadanos, pero más aún de dirigentes, científicos y académicos.
Veamos lo que dice el informe ‘Perspectivas de riesgos de la Covid-19’ publicado este 17 de mayo, por el Foro Económico Mundial, con el apoyo de Marsh & McLennan. Este documento surge de una encuesta a 350 profesionales de riesgos de alto nivel, a quienes se les pidió que evaluaran los próximos 18 meses y clasificaran sus mayores preocupaciones, sobre la probabilidad e impacto para el mundo y los negocios. Se mencionan cuatro áreas principales de preocupación: 1) Cambios estructurales en la economía mundial del futuro por acumulación de deuda, modificación en las relaciones económicas mundiales y en los patrones de consumo, crisis profunda en economías emergentes; 2) Contratiempos en la sostenibilidad ambiental, debido a la necesidad de reactivar la economía, lo que puede generar cambios en las prioridades de inversión; 3) Altísima dependencia tecnológica; aunque la tecnología ha sido fundamental para el manejo de la crisis, también se han aumentado los riesgos por ataques cibernéticos, fraude de datos y desigualdad; 4) Ansiedades sociales relacionadas con fragilidad en sistemas de salud pública y vulnerabilidad de las personas.
Este último contempla temas como el desempleo estructural, que impacta la desigualdad y la marginalidad, que se traducen en problemas de salud mental y emocional; así como, en dificultades en las relaciones sociales. Adicionalmente, hay que considerar el temor y la ansiedad que puede generar, en muchas personas, la automatización acelerada de las actividades laborales y las nuevas modalidades de trabajo en casa y virtualidad. En el estudio mencionado, los encuestados también consideran la posibilidad de un derrumbe, a mediano plazo, de algunas economías en desarrollo; lo que tendría graves consecuencias humanitarias. Además, se plantean riesgos relacionados con las perspectivas educativas y generación de ingresos de los más jóvenes.
Retos monumentales que deberían movilizar nuevas formas de liderazgo. No se trata de ejercer el poder y la autoridad para recuperar la normalidad del pasado, tampoco se trata de tener la varita mágica para solucionar todos los problemas. Es hora de fortalecer un liderazgo que entiende la transformación como el paso de un sistema individualista a un ecosistema que se nutre de relaciones basadas en la confianza y el respeto mutuo, para generar reciprocidades; reconoce y valora la contribución de todos, desde sus capacidades y competencias diversas; aprecia los recursos internos de las personas como un insumo clave para la generación de riqueza y bienestar. Recursos como, empatía, conciencia, transparencia, generosidad, resiliencia, gratitud, pensamiento crítico, entre otros. Para avanzar en esta dirección es necesario cambiar la ecuación; aceptando que el crecimiento y la rentabilidad son resultado de un trabajo colaborativo, entre personas que cada día buscan dar lo mejor de sí, no a la inversa.
Liderazgos autoritarios basados en poder y control, liderazgos enfocados solo en lo económico, liderazgos individualistas y egocéntricos, no serán útiles ante los nuevos retos. David Colomer, CEO de ‘IPG Mediabrands Iberia’ dice: “Liderar no es un juego de niños, no es algo superficial y etéreo, no es algo que se consigue de un día para otro”. Este es un gran desafío que implica dominar, como mínimo, dos idiomas: el lenguaje de la razón y el de la emoción. También sería deseable empezar a hablar el lenguaje de la espiritualidad, entendida como la capacidad de trascender y salir de nosotros mismos para encontrarnos con el otro, y construir juntos una sociedad donde todos tengamos la misma dignidad y oportunidades.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015