María Carolina Giraldo


Cuando detuvieron a John Jairo éste ya había cometido dos homicidios, por ninguno de ellos fue procesado ni privado de la libertad. El primero fue de un policía que era el marido de su amante, el segundo, otro policía que investigaba esos hechos. Finalmente, fue preso porque violó y golpeó a su mujer, dejándola tan descompensada que ésta optó por tirarse desde un catorceavo piso para evitar que la siguiera ultrajando, y cuando la hija de su pareja trató de evitar que se escapara la apuñaló. Pasó 9 años en la cárcel de Bellavista de Medellín. Los últimos 11 meses de su condena estuvo recluido en el centro penitenciario de máxima seguridad de Doña Juana en La Dorada, Caldas. Contaba que eso era un verdadero infierno, que prefería matarse antes de volver a una cárcel como esa. Cuando quedó en libertad regresó a Armenia, de donde era oriundo, allí conoció a Vanessa y tuvieron un hijo. A raíz de un ataque de celos John Jairo chocó, intencionalmente, el carro en que él que viajaba con Vanessa, su hijo y su suegra, contra una tractocamión. Todos resultaron heridos. John Jairo fue trasladado a un hospital y posteriormente a una clínica especializada para personas con problemas de salud mental, mientras tanto, era procesado por tentativa de homicidio y lesiones personales dolosas. Con la ayuda de su hermano y de su abogado pudo salir de la clínica, dos días después mató a Vanessa y se quitó la vida. Dejó huérfano a su hijo de 2 años.
En 2006 Julio Alberto Reyes realizó un atentado con armada de fuego en contra de su pareja: Paola Cristina Acosta Castaño, y los hermanos de ésta, Carlos Eduardo y María Margarita. En los hechos murieron estos últimos. Reyes quedó en libertad en julio de 2016 por cumplimiento de parte de la pena y por haber sido diagnosticado con perturbación mental. El lunes 10 de abril, Julio Alberto Reyes asesinó a su pareja Claudia Johana Rodríguez, quien lo había denunciado por amenaza y violencia intrafamiliar, asímismo contaba con una medida de protección.
El asesinato de Rodríguez tuvo mayor difusión, porque ocurrió en un concurrido y popular centro comercial de Bogotá, se informó que había un episodio de toma de rehenes por el cual tuvo que ser evacuado el lugar; recordado los episodios de violencia que se viven en otros países. Según Medicina Legal, en 2016 se presentaron en Colombia 731 feminicidios, en 540 de los casos se desconoce el autor y en 101 de éstos el homicida fue la pareja o la expareja.
Ante situaciones como estas es común oír o leer que se trata de crímenes pasionales, que son problemas de alcoba, que los victimarios son buenas personas, pero que poseídos por los celos pierden la cordura, que actúan movidos por la ira y el intenso dolor. Cuando se habla de política pública y criminal para la protección de la mujer y la disminución de la violencia intrafamiliar hay quienes consideran que es una exageración “feminazi” que exista un tipo penal como el feminicidio: “-si a los hombres también los matan y los matan más,” argumentan algunos. Otros y, lo que es peor aún, otras, manifiestan que no es posible disponer de un escolta para cada mujer que ponga una denuncia por violencia intrafamiliar. También están las recomendaciones para las víctimas: que se cuiden, que no salgan con hombres patanes, agresivos, violentos, que dejen esas relaciones a tiempo.
Con este panorama Ni una menos parece una utopía. Esa con la que soñaba Micaela García con esa sonrisa amplia que tenía el día que le tomaron la foto con la camiseta estampada con la caricatura que Liniers había hecho para rechazar el crimen de Lucía Pérez y seguir clamando por Ni una menos.
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