Por fin unas elecciones limpias y un día electoral tranquilo. Con un problema de tarjetones rápidamente subsanado. El sistema ideado por la Registraduria, ligeramente embarazoso.
Realmente, hasta donde va todo este proceso que culminará el 27 de mayo, con la elección del presidente de la República, sería inusitado que surgiera un problema grave que entorpeciera la organización que ya está en marcha.

La compostura de los candidatos, con algunas que otras pujas de alguno de ellos, ha sido ejemplar. La cordialidad ha reinado dentro de las controversias propias de sus programas de gobierno. Controversias no muy elocuentes, ni muy novedosas, porque los problemas a enfrentar son los mismos para todos, como también para todos las soluciones son las mismas. Naturalmente, si hablamos de soluciones, ellas corren por cuenta, independientemente, según las capacidades e ideologías de cada uno de los aspirantes.
También es obligante advertir que existe un gran temor del sector empresarial y de la producción, por la presencia de una posible presidencia adversa y de ideología preocupante para la democracia nacional. Hay muchas empresas e inversiones extranjeras a la vera del camino, oteando el ambiente para decidir o no su entrada al país, de acuerdo con la ideología que va a gobernar.

Colombia necesita producir en forma rápida y eficiente para el confort nacional y particularmente para seguir reduciendo la profunda pobreza que avergüenza al país. Tanto, que si un visitante importante llega o un evento importante se programa la pobreza de las calles de Cartagena, la ciudad más visitada de Colombia,
la autoridad ordena
esconderla.

Sin embargo, esto de la pobreza es justo reconocer su descenso y acceso a la clase media, la clase que sustenta la estructura y la vida democrática. Colombia va teniendo una clase media fuerte, en tal forma que nada ni nadie se atreverá contra ella. Seguro que cualquiera de estos candidatos el que quede de presidente, seguirá con este venturoso proceso. Es un magno punto de apoyo. Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo, afirmaba Arquímedes de Siracusa, el más ilustre científico del mundo antiguo.
La juventud ha llegado con una fuerza muy grande al parlamento nacional. Y qué decir de la presidencia de la República a la cual aspira el joven de los jóvenes, casi a la par de Alberto Lleras Camargo. Hijo de un ilustre liberal antioqueño Iván Duque Escobar, escritor y dueño de sólidos conocimientos de la economía, virtudes todas ellas al servicio de su patria.

Este joven aspirante, Iván Duque Márquez, calificado como imberbe por alguna parte del electorado y lógicamente de sus contendores, no solo heredó las múltiples virtudes de su padre, sino que durante sus 41 años ha acumulado grandes montos de sabiduría, por lo que ha leído y por lo que ha escrito. Amén, de lo adquirido en su participación en la banca internacional. Experiencias tan grandes que no es posible enumerar en estas líneas. En las elecciones pasadas salió disparado para colocarse, por mucho, en el primer lugar.
Sus compañeros, contendores en esta batalla electoral, ya están en edad de merecer y algunos acercándose a la puerta de salida.
Pero en todo caso las votaciones pasadas pueden señalarse como ejemplo en el continente. Fueron alegres y ordenadas. Emocionante, el himno nacional ordenando con sus notas, a abrir las puertas del recinto donde estos comicios se iniciaban.

La situación de la Colombia actual está muy lejos de ser una pera en dulce. Al contrario. La paz que nos han vendido, está muy lejana. De los guerrilleros que firmaron este amago con el presidente quedan muy pocos disfrutando a sus anchas las estrambóticas gabelas que el gobierno les ha donado. Una mayoría desertó a disfrutar del estupendo negocio de la coca, el cual dominan. Del secuestro y del asesinato de los cuales son maestros.
Señores candidatos, en Colombia no hay seguridad ni en el campo, ni en las ciudades. El presidente entrante, además de ducho en el manejo administrativo, tiene que tener mucho carácter para lograr una verdadera paz.