Luis Guillermo Velásquez López


Cómo resolver este galimatías al cual nos tienen acostumbrados; tan solo una publicación del pasado 18 de enero nos revela la confusión…“la producción real de la industria manufacturera en Colombia durante noviembre registró una caída de 0,2%, si se compara con el resultado del mismo mes de 2018, cuando la baja fue de 2%, y más adelante continúa,… confirma la salud o retoma de los intervalos naturales de la producción y el cual el ciclo de reactivación nos lleva a uno niveles asociación a las dinámicas propias de las manufacturas” (texto tomado sin edición), esto según la divulgación de la encuesta manufacturera de noviembre del 2020; quizás requiera de la asistencia de un econos para comprender el significado de la publicación.
Finalmente, el informe concluye que la producción manufacturera a noviembre indicó una contracción del -8,9%, cifra que será cercana para el año completo del 2020.
No hay alternativa, para entender esta madeja es necesario visitar la tierra de la farándula, territorio fecundo de agudeza estadística y por supuesto pasar por el Departamento Administrativo Nacional de Embusteros; esta vez para tratar de comprender el Índice de Precios al Consumidor –IPC- al inicio del año 2021; del que pareciera que el consumidor no hace parte de la ecuación.
Antes de entrar en materia es prudente un poco de contexto. Recuerdo mis extensas conversaciones durante la maestría con mi buen amigo Ernesto Borda, un compañero de pensamiento profundo y director de una importante firma de consultoría en riesgos políticos, quien afirma de manera precisa que la pandemia nos obligó a dar un salto al vacío.
Quien escribe estas notas afirmaba en una publicación de marzo del 2020, lo siguiente, “El mundo es logístico, es movimiento y es ingenuo pensar que la pandemia del coronavirus entiende de medidas de emergencia monetaria, de ajustes en tasas de interés y de moratoria para el pago de créditos e hipotecas, todas ellas complementarias y necesarias; pero el verdadero meollo es la parálisis.”
Esto lo defino como la complejidad del momento que atravesamos, no obstante, la senda del camino continuó, es la incertidumbre y ese es precisamente el salto al vacío, la humanidad entera enfrenta una situación de emergencia de absoluta complicación en todos los frentes; por supuesto, los gobiernos hacen esfuerzos colosales para aminorar el descenso, acciones necesarias que tratan de lograr un aterrizaje lo menos estrepitoso posible.
Especular que la pandemia ha concluido es un cándido razonamiento y valdría la pena usar un poco más el pensamiento lateral, ese que presenta Edwar de Bono cuando expone: “Un hombre saltó al vacío desde la cima de un rascacielos. Al pasar ante la ventana del tercer piso, se le oyó decir; “Ningún problema hasta ahora””.
Las páginas continúan registrando los hechos de esta difícil historia, y cavilar que la situación está controlada es como pasar por el tercer piso en palabras de De Bono; sería candoroso por lo menos; por eso la referencia del pensamiento lateral es oportuna.
Este salto al vacío pondrá de manifiesto una mayor desigualdad entre los países, unos lograrán detener más temprano su descenso, mientras que la gran mayoría continuará su caída y su llegada al final de la historia será más dolorosa, en términos de mayor desigualdad y polaridad.
Retomemos la publicación del IPC, cuyo resultado fue del 1,61%. Lejos de un resultado macroeconómico, pareciera ser que la variable “C” de la ecuación hubiese desaparecido. Allí lo que se refleja es una caída en la demanda y se ocultan realidades que aportan a la desigualdad, veamos cómo fue la inflación por nivel de ingresos: Pobres (2,27%), Vulnerables (2,08%), Clase media (1,65%), Ingresos altos (1,17%) y, por último, total nivel de ingresos (1,61%). Como se ve, quienes más aportaron a la inflación fueron justamente los pobres, los más necesitados, y los que menos lo hicieron fueron los adinerados, dueños del 1% de la riqueza.
Luego, no es correcta la comparación del ajuste en los salarios, en el sentido que este superó en 2,17 veces a la inflación, por esta vía se fomentan las tensiones sociales. Los más necesitados, sin capacidad de consumir, son los que compran más caro, mientras los insignes parlamentarios obtuvieron un aumento del 5,12%; un antagonismo social enorme, son los que más barato compran; esa es justamente la imagen que alimenta el populismo…, como nos hace de falta el pensamiento lateral para construir un mejor país sostenible y con menos tensiones sociales.
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