Llevo varios años luchando contra el concepto de “noticias falsas”. La noticia, per se, es verdadera y se basa en la realidad y en elementos fácticos que la constituyen como tal. No puede haber una noticia falsa, así como no puede haber una verdad falsa si lo vemos desde el lenguaje. Pero, por desgracia, este es un concepto que se acuñó en medio de intereses políticos y que pareció estancarse en el imaginario popular. La noticia ha de ser verdadera o no será. Lo demás podrá ser un relato similar, pero de ficción o falsedad.
Los bulos o las paparruchas –nombre real de las “noticias falsas– no dejan de ser farsas que se nos venden para hacernos ver y creer en lo que no ha sucedido. Por eso, aquello de la realidad virtual es algo con lo que nos tenemos que enfrentar. También, hay otro tipo de entuerto como la desinformación, esa peligrosa creación que usa elementos reales y los mezcla con mentiras en una intención de generar confusión o persuadir de un enfoque específico.
Precisamente, por ese afán de atar el futuro que no ha sucedido con lo real y presente, es que ha hecho carrera una locución manida: “una realidad”. Y ha hecho carrera: El Aeropuerto del Café es una realidad; el intercambiador de Los Cedros es una realidad…
Ambas sentencias corresponden a menudos bulos, por ahora. El aeropuerto es realidad cuando aterricen y despeguen aviones, haya itinerarios y se surtan todos los efectos de la navegación aeronáutica. El intercambiador vial –por citar uno conocido– es realidad cuando allí haya tránsito fluido de automotores. Decir que las cosas son sin siquiera estar es el nuevo deporte de la demagogia regional.
Ahora se publican seductores “renders” o interpretaciones en tercera dimensión y demás parafernalia para simular cómo sería el funcionamiento de un proyecto. De allí que en la época electoral crezcan, como si tuvieran una enfermiza levadura, las imágenes de cómo sería la ciudad o la región si aquello que prometen “fuera realidad”.
Lo cierto es que la mentira ha hecho tanta carrera que ahora compite con la verdad. Por ejemplo, las campañas electorales más virulentas son una mezcla de ventas al por mayor de todo tipo de embustes sustentados en el maravilloso diseño gráfico ofrecido por computadora. Así nos venden lo que quieren al precio de comprarnos.
Podemos decir que el proyecto del Aeropuerto del Café es una realidad. Eso sí, un proyecto estancado, pero un proyecto de toda la vida al final de las cosas. Quizás podríamos decir lo mismo del intercambiador de Los Cedros, pero llamar proyecto a tamaño desastre ejecutivo puede desnaturalizar el sentido del progreso y avance. Por algo un proyecto de ley en el Congreso es un borrador y solo es norma cuando surte su trámite y es sancionado por quien corresponde.
Como sociedad debemos aprender a dudar de todas aquellas imágenes y proyecciones que nos antojan de lo que no tenemos. Generalmente, después de muchas ilusiones llegan las decepciones y los desengaños, por cuanto entendemos que solamente creímos en una ficción patentada por la imaginación y el diseño tridimensional. Así, aún creemos en el relato o leyenda de un aeropuerto internacional a menos de una hora de Manizales o de un sistema interconectado de cables aéreos que no hay quién lo pueda pagar ahora, pero que se ve fenomenal en animación computarizada.
Dicho esto, tan falso es acuñar mentiras como atacar con ellas con bulos –noticias falsas–. De allí que haya barras bravas por redes sociales o pasillos queriendo imponer a rajatabla lo que piensan y quieren, así sean sus falsas realidades.
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