Luis F. Gómez


En este tiempo de balances, después de haber pasado buen tiempo en confinamiento, los pensadores del mundo empiezan a ofrecer reflexiones sobre los mayores aprendizajes y pérdidas de esta crisis. Algunos hablan de una quinta revolución inesperada para la humanidad que cambiará el mundo para siempre. El piloto automático de nuestra inercia nos hace vivir en contra de la realidad, como si este tipo de fenómenos fueran eventos imposibles, un terremoto, la amenaza de un meteorito, la erupción de un volcán que puede precipitar la extinción de la vida. Actuamos como si fuéramos indestructibles e invulnerables frente a la naturaleza, consumiendo y produciendo desgaste en nuestros frágiles ecosistemas, sin disponer suficientemente de nuestros recursos para disminuir o enfrentar estas posibles amenazas.
Lo que parece quedar en evidencia es que los virus se han hecho resistentes a las vacunas, los insectos resistentes a los plaguicidas, no hemos encontrado la cura para el cáncer y seguimos deteriorando la tierra haciendo caso omiso a lo que las comunidades tradicionales y locales saben sobre las prácticas de agricultura sostenible, la minería tradicional y ecológica, el intercambio, la conservación de las semillas y la seguridad alimentaria como un derecho de los pueblos.
Se acaba de publicar el libro “La cruel pedagogía del Virus” de Boaventura de Sousa Santos y, en esta obra, salta a la vista una honda reflexión referida a la naturalidad con que hemos vivido bajo ciertas reglas rígidas que, sin embargo, hoy parecen fáciles de romper. Dice el intelectual portugués respecto de los cambios que empiezan a suscitarse por doquier, “y de repente, se vuelven posibles como si siempre lo hubiesen sido …”. Trabajar desde la casa, consumir menos, detener el cambio climático, la protección de los bienes públicos, ser solidarios y orientados a lo local, entre otras muchas prácticas otrora imposibles. Si bien todo esto amenaza el sistema financiero como lo conocemos, esta pedagogía cruel del virus, dice de Sousa Santos, ha logrado que la luz enceguecedora del mercado se desvanezca y que la claridad pandémica deje al descubierto el futuro de la civilización que vivimos.
En tono similar, Bruno Latour, se refiere a la situación actual, no como una crisis, sino más bien como una “mutación ecológica duradera e irreversible” que permitió en pocas semanas “suspender todo el mundo y al mismo tiempo el sistema económico que hasta ahora nos habían dicho que era imposible de frenar o redirigir”. Para Latour, siempre existió una palanca de frenos, que creíamos inexistente, para detener “el tren del progreso”. Este frenazo global nos ha dado la oportunidad de “ponerlo todo en tela de juicio” y por tanto, de cambiar de ahora en adelante. Las preguntas entonces para él son ¿De qué estamos dispuestos a liberarnos? ¿Qué estamos dispuestos a interrumpir y qué esperamos ver renacer después de la crisis?
Algunos ejemplos de buenas y malas prácticas que pueden iluminar estas preguntas, las hemos visto frente a nuestros ojos aún en países capitalistas. La actitud frente a la crisis de los Estados Unidos y de Alemania, son dos ejemplos dignos de comparar. No solo mostrando el valor del liderazgo femenino, liderazgo del cuidado que se ha visto en otros lugares del mundo que han manejado ejemplarmente la crisis, sino revelando cómo, sin ser socialistas o comunistas, las sociedades son capaces de privilegiar el bien común sobre la individualidad. El marco ético de la sociedad aquí es revelador.
Los países que han tenido Estados de Bienestar parecen darle la justa dimensión y diferenciación a lo público y a lo privado. En la crisis, lo público representa un marco de contención y de control de la sociedad que entiende aún la empresa más capitalista y, muestra una sociedad capaz de obedecer, no como un acto de sumisión sino de consciencia social. No se trata de tener que prohibir y sancionar, sino de la completa claridad de que cuando la sociedad se somete a un golpe estructural tan fuerte como el que hemos vivido, los más vulnerables siempre asumen la peor parte y esto es inmoral. Las peores prácticas que como humanidad hemos tenido quedan a la vista y se crea el deber de corregir estas inequidades y la reflexión sobre la contribución que todos debemos hacer para el bien común, y para la reactivación el sector privado es pieza clave.
Para el que le guste lo hiperconcreto, resumimos de diversas maneras: Justicia y Sostenibilidad, según los Objetivos de Sostenibilidad (ODS). Para el que le guste lectura desde la fe: Laudato Sí, cuidado de la casa común, del papa Francisco. Para el empresario visionario: Valor Social Compartido de Porter.
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