Luis F. Gómez


Muy grave el daño que ha hecho a la confianza en el proceso de paz la noticia de la disidencia de las Farc y, especialmente, el anuncio de varios de los jefes de la antigua guerrilla de volver a las armas. Si bien antes de la consolidación de estos hechos la comunidad internacional estaba alineada con los acuerdos y con la implementación de los mismos, hoy la cuestión se complica; algunos países como Estados Unidos consideran que estamos frente a una combinación de las todas las formas de lucha, pues analizan que el grupo en armas está vinculado de alguna manera con el que está explícitamente en el proceso de paz. Es decir, esta lectura, indicaría que estaríamos frente a una diabólica maquinación. No creemos que esta sea una tramoya, pues en muchos, la gran mayoría, de los excombatientes hay el deseo genuino de construir paz. Nos parece muy inconveniente pensar que hay un vaso comunicante entre ambas facciones. Porque no se trata de una tramoya, sino de una tragedia.
Internamente, algunos de los exponentes más radicales contra el proceso de paz comenzaron a pedir el desmonte de las normas constitucionales que blindan los resultados de negociación. Este sería el peor de los mensajes que se puede enviar a los excombatientes que están genuinamente vinculados al proceso, sería hacerle el trabajo de reclutamiento a los violentos.
Por otra parte, los sectores que han venido acompañando el proceso de paz, reaccionan y manifiestan la urgencia de cumplirle a los excombatientes que sí están entregados a la reinserción y la construcción de sus proyectos de vida en la sociedad de manera pacífica. Así, pues, frente a la desconfianza generada, se abre también una oportunidad de cuidar y acompañar mejor el proceso de paz. Se da la posibilidad de un seguimiento y monitoreo desde la sociedad civil. Nuestra sociedad debe, como un todo, asumir una actitud muchísimo más propositiva y proactiva para lograr la mejor implementación de los acuerdos de paz. “La guerra nos ha hecho insensibles al dolor, nos ha justificado que los medios no importan, que los resultados todo lo justifican, que la vida no es sagrada, que la dignidad humana no es intocable; en fin, lo que podríamos llamar el daño antropológico que generó el conflicto en todos como sociedad”, así debemos superarlo y para ello es fundamental que en sociedad, unidos, logremos sintonizarnos con la vida y la reconciliación. Esta mutación antropológica es necesaria. Es el cambio hacia una cultura de reconciliación.
Frente a los que quieren que el país regrese a la violencia, la respuesta debe ser contundente: No. Y para ello es fundamental que los organismos como la Justicia Especial para la Paz, la Comisión de la Verdad, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, y el andamiaje de reinserción operen. Y operen bien y muy eficientemente.
La sospecha de la fórmula: todas las formas de lucha, no podemos dejar que prospere y ponga en jaque el proceso de paz. Por el contrario, es fundamental que pongamos unos muros muy grandes frente a la inaceptable violencia. Y uno de los cortafuegos es el cumplimiento de los acuerdos y la construcción de una sociedad cada vez más justa y equitativa.
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