La educación superior está teniendo cambios muy profundos, un verdadero reacomodamiento y una transformación que va más allá de lo digital. El 2022 está cargado de muchos retos para las universidades en nuestro país.
Un punto capital de la educación es la cobertura y esta tiene que ver con la financiación. La opción clara del Gobierno por el fortalecimiento de las universidades estatales se mantiene en la senda que dejó planteada desde 2019. Aumento del presupuesto de transferencias para las Universidades, luego con la pandemia la matrícula cero para los estratos 1, 2 y 3, y con resultados como los de Generación E, que según el Ministerio está beneficiando a cerca de 250 mil jóvenes. Sin embargo, la composición de la matrícula universitaria en el país es de 50% estatal y 50% privada. Para esta última, en las normas de Presupuesto Nacional se logró incorporar en su artículo 117, luego de esperar varios años, la puesta en marcha de la Financiación Contingente al Ingreso, que es una de las formas modernas que en otros países han utilizado para apoyar el aumento de cobertura en universidades privadas. Le corresponde al Icetex poner a funcionar esta fuente de financiación antes de 6 meses. Este beneficio debe complementarse con un nuevo esfuerzo en reducir las tasas de interés de los préstamos de estudio.
El mensaje de flexibilización para la oferta educativa que hizo Ministerio de Educación Nacional al cierre del año pasado con la Directiva Ministerial 09 del 2021, abre una dinámica mucho más flexible del Ministerio de Educación en materia de registro calificados, que debe profundizar para que las universidades puedan adaptarse mucho más rápido a los cambios que se dan a alta velocidad y con una profundidad que muchas veces hasta se desconoce. Las Universidades deben utilizar con suma responsabilidad estas nuevas vías rápidas para generar nuevas modalidades de enseñanza en sus instituciones.  Así mismo, la “discriminación positiva” que se hace de universidades acreditadas institucionalmente de alta calidad, es la mejor señal que envían al sector: obtengan la acreditación institucional que todo se facilita para estas instituciones que muestran unas condiciones y resultados de alta calidad en sus procesos de enseñanza, investigación y administrativos. Esto le dará al sector un dinamismo hacia la excelencia y una flexibilidad para la adaptación a los nuevos contextos. Esta política del ministerio debe ser más general y no solo de emergencia por la pandemia.
Una de las fuentes de vientos de cambio en la educación superior es la pregunta por el tipo de formación que se espera de la universidad. Para algunos, con mirada cortoplacista y utilitarista, están pregonando por certificaciones cortas, que adiestren barata y rápidamente a la nueva mano de obra en las necesidades del mercado. Esta posición tiene una llamada de atención para las universidades: sus procesos de enseñanza-aprendizaje deben estar mucho más sintonizados con las necesidades de las empresas y organizaciones. Pero olvidan que la finalidad formativa de las universidades no es solo preparar a las nuevas generaciones de profesionales, sino también formar ciudadanos para la democracia. En este sentido es importante que se propicien procesos de formación integral que aseguren ciudadanos, entre otros, colaborativos, solidarios, críticos e innovadores, y no solamente competentes en una materia.
Finalmente, con el regreso a clases “sin aforos” anunciada por los ministros de Educación y Salud, es vital que en las universidades monten espacios bioseguros gracias a la vacunación y cuidados, sino también analicen el proceso de aprendizaje de los estudiantes que iniciaron virtualmente y de los que adelantaron casi cuatro semestres remotamente. También es capital pensar en qué dinámicas de grupo se puedan establecer para ayudar a la salud mental que tanto ha sido golpeada.
Estos son algunos de los retos que se suman a los crónicos enfrentados por las universidades.