La noticia de la despenalización del aborto por decisión de la Corte Constitucional, al permitir esta práctica hasta la semana 24, es decir, a los seis meses de gestación, da un mensaje muy fuerte a la sociedad de lo que significa la vida. Frente al tema hay, entre otras, dos aproximaciones posibles: la de la fe católica y otra sencillamente antropológica. Desde ambas perspectivas la decisión es muy cuestionable.
Desde la fe, la vida es un regalo de Dios y como tal hay que recibirla y protegerla. Por ello, la protección de la vida desde la gestación es una expresión de respeto y cuidado por la vida. Es un valor superior que debemos salvaguardar. La vida de un ser humano es divina, pues hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Un sacerdote reaccionó a la decisión de la Corte Constitucional diciendo que la sentencia abre la puerta de una nueva “noche de los santos inocentes”, efectivamente, “el cuidado integral de la vida humana debe extenderse a toda edad, incluida la indefensión prenatal”, como lo indica el Arzobispo de Cali. La defensa de la vida ha sido una constante de la Iglesia Católica, bien lo señala el Arzobispo de Bogotá: “… para nosotros los creyentes, fuera de ser un derecho fundamental la vida es un don de Dios y seguiremos anunciando, defendiendo y promoviendo la vida humana desde la gestación hasta la muerte natural”. Esta posición ha sido una de las constantes de la Iglesia desde sus inicios.
Recordemos al historiador Flavio Josefo, que vivió en el primer siglo. Él describía a los cristianos como un grupo de personas que se querían mucho y que no abandonaban a los niños recién nacidos, como sí lo hacían algunos romanos. Desde los inicios de la Iglesia ha tenido un especial cuidado con el inicio de la vida.
Desde una lectura humana y social, la despenalización del aborto es un mensaje que va en contravía de la noción de la vida como derecho fundamental. Si bien, las circunstancias humanas de ciertos casos de embarazos son muy complejas, la pregunta es por qué no se asume una posición de apoyo y defensa integral de la vida, tanto de la madre como del niño o niña en gestación. Privilegiar un solo derecho es complejo, sobre todo cuando la vida se entiende como un valor más allá de su concepción jurídica. El comunicado que expidió la Conferencia Episcopal deja una pregunta profunda sobre el choque de derechos: “… consideramos que la reivindicación de un derecho deja de ser legítima si implica negar o atropellar los derechos del prójimo. No se puede ocultar o minimizar el hecho de que todo embarazo implica la existencia de otro ser humano, distinto de la madre, en condiciones de indefensión y vulnerabilidad, quien tiene a su vez el derecho a formar parte de la familia humana …”. Reiteramos la necesidad de acompañamiento especial a las madres, especialmente aquellas que han sufrido violencia. Pero también al ser humano en camino.
La experiencia que he tenido como acompañante de mujeres que han abortado me ha dejado una fuerte impresión de las profundas heridas, lesiones y fracturas en la psicología de no pocas de ellas. Con mucha paciencia he acompañado restablecimientos emocionales muy difíciles. Y me ha dejado una convicción: El dolor de un aborto no solo es el padecimiento de un ser humano en gestación que ve interrumpida su proceso de consolidación, sino también el sufrimiento de la madre cuya maternidad queda lacerada de por vida. Si bien, hoy muchas mujeres y hombres explícitamente se han cerrado a la procreación, no en todos los casos se entiende la motivación. Hay en el proceso del aborto una herida profunda a muchos de ellos.
Toda esta situación nos debe hacer reflexionar como sociedad en la educación sexual de los jóvenes y el acompañamiento en el desarrollo de su personalidad. Por ejemplo, debemos invertir mucho más tiempo y estrategias pedagógicas para evitar los embarazos adolescentes, teniendo un claro enfoque de los distintos contextos sociales y culturales de nuestro país. Aunque los abortos no solamente se dan en mujeres jóvenes, también los hay en personas ya maduras, que requieren otro tipo de tratamiento.
Más allá de la penalización o no del aborto, la sentencia de la Corte Constitucional nos debe abrir a una reflexión muy importante sobre el valor de la vida, sobre el acompañamiento a las parejas (tanto las mamás como los papás) para enfrentar las situaciones complicadas de muchos embarazos.
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