Luis F. Gómez


En el proceso de discusión del Plan Nacional de Educación se presentó un interesante documento sobre los retos centrales de la educación en los próximos años. 35 expertos de larga trayectoria definieron los 10 grandes desafíos del sector. De manera paralela establecieron los cinco principios orientadores que pueden darle un norte claro a la estrategia educativa. Hoy me referiré a estos últimos.
Bien valdría la pena que las secretarías Municipal y Departamental realizaran una relectura de dicho documento con los docentes, pues muchas de las intuiciones e inspiraciones de los sabios educativos pueden ponerse en marcha con esfuerzos locales sin necesidad de que haya unos lineamientos de parte del Ministerio.
Dos ideas son fundamentales para comprender el escrito: La necesidad de que la educación transforme la sociedad y la segunda que es necesario aumentarle los recursos, en efecto, hoy estamos en un 4,5% del Producto Interno del país, mientras que la meta está en 7%. A los alcaldes se dirigiría la primera pregunta, ¿con cuántos recursos propios del Municipio están complementando los recursos que llegan del sistema general de participación para educación? Hay municipios que son gran ejemplo al respecto.
Se proponen cinco principios orientadores:
El primero: Que el plan sirva para construir la paz. La apuesta del país por la paz va más allá de los acuerdos de La Habana, más allá de las leyes del fast-track, tiene que permear nuestra cultura y para ello son indispensables unos cambios muy profundos y creativos en la forma como educamos en la familia y en las escuelas y colegios.
El segundo: Que esté centrado en el desarrollo humano. Ya sabemos que el mundo cada día está mediado por la tecnología y que en su sistema económico tiende a cosificar todas las experiencias y a ponerles precio. La educación debe apostar desde el punto de vista antropológico colocando al hombre como centro del proceso de enseñanza-aprendizaje, lo que exige necesariamente una concepción integral del hombre en sus distintas dimensiones.
El tercero: Que sirva para reducir la inequidad en la sociedad colombiana y la brecha entre regiones. Esto es de lo más aberrante que hay en el país, y no solo por las diferencias que hay entre un niño que nace en Manizales y el que nace en Itsmina (Chocó), sino por muchas que hay en el interior de las mismas ciudades.
El cuarto: Que propenda por una participación de toda la sociedad. Es básico que haya una vinculación de toda la sociedad en el aparato educativo. Allí se juega buena parte del futuro de nuestra nación, así que todos a aportar. La empresa privada ha tenido excelentes experiencias de acompañamiento de planteles. Es fundamental que los gremios dialoguen mucho más con los determinadores de los planes de estudio, muchos están muy lejos de las necesidades del país. Pero es capital tener claro que, como la Ley 30 lo establece, la educación es un servicio público y que puede ser prestado tanto por públicos y privados. Es fundamental mantener el apoyo del Estado no solo para la educación pública sino también para la privada. Muchos países lo han hecho con maravillosos resultados.
Finalmente, quinto: Que la sociedad sea como un todo educadora. Y en esto debemos articular todos los temas ciudadanos con mayor precisión y cuidado. El esfuerzo de educación no puede estar centrado solamente en la escuela, sino en el parque, en la calle, en la acera, en la plaza. Toda la ciudad debe ser educadora.
Colombia se podrá transformar si lo hacemos bien desde la educación.
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