Para Dios no hay nada imposible, mientras que el hombre está llamado a hacer las apuestas por aquello que apenas aparece como probable y, en el límite, aún de lo que parecería improbable. La vida del hombre está en una tensión entre la confianza, que brinda lo que posee en sí mismo una probabilidad de ocurrencia alta, y los riesgos que asumirlos implican aceptar la incertidumbre. Así, pues, entre confianza e incertidumbre se mueve la humanidad. Es allí donde la humanidad debe tomar decisiones. 
En la historia hay momentos de cambio, de tránsito, de mutación, de transformación, que son por definición ese paso de una situación de bastante confianza, hacia una situación de incertidumbre. Pero si no se asumen esos riesgos e incomodidades que implican, la historia no evolucionaría, no se lograría la transformación que genere nuevas situaciones.
En esa tensión entre confianza e incertidumbre, se abre paso la esperanza. Es precisamente en medio de ellas que la esperanza se presenta comúnmente como germinal. Y normalmente le da un profundo sentido a la realidad y a los esfuerzos que se hacen en medio de las decisiones que se toman. 
Pues bien, en el momento histórico del país es clave que se asuman riesgos para lograr avanzar. Hay que dar pasos que, si bien pueden aparecer como un tanto inciertos, hay que asumirlos. No es un momento histórico para dejar pasar sin hacer nada, pasando de agache. Es el momento de las decisiones. 
Si todos asumimos con esperanza las transiciones que Colombia está experimentando, de seguro, la nueva realidad será mucho mejor que el actual estado de cosas. Hay, pues, que asumir la audacia aún de lo improbable. Y con más veras hay que asumir la audacia de lo que aparece probable. Pero no esperemos la total seguridad para tomar decisiones, pues nunca tomaremos muchas de las mejores decisiones de nuestras vidas.