Luis F. Gómez


Hace poco un padre de familia me contó que su hijo de diez años se negaba, después de las vacaciones de final de año, a ir al colegio utilizando el computador. “Estoy harto” replicó el niño, “No quiero seguir estudiando con pantallas, prefiero no estar en el colegio”. Muchos padres frente a reclamos similares han empezado a desescolarizar a sus hijos, con nuevas alternativas en mente. Una de ellas, que no es nueva en realidad, promueve la educación desescolarizada y en casa con vecinos, amigos y familiares.
Familias que viven en cuadras aledañas de un barrio, en condominios o que se conocen entre sí, han creado especies de mini escuelas en sus hogares, tratando de construir ambientes parecidos a los escolares, presenciales y seguros, donde los niños interactúan, colaboran y aprenden juntos. Padres o tutores contratados hacen las veces de maestros y de esta forma previenen el covid y procuran una nueva normalidad para sus hijos. Esta solución que a primera vista luce muy buena, no es sin embargo equitativa para tantos niños y niñas que quedan por fuera de la solución.
El cierre de las instituciones educativas ha profundizado el rezago académico y social porque no solamente los estudiantes han dejado de aprender, sino que han perdido mucho de lo ganado por la falta de continuidad y de refuerzo. Los pequeños que no tienen equipos de cómputo ni apoyo en casa no aprenden igual ni logran los objetivos esperados en cada grado; especialmente en preescolar y en primaria. Los padres sin escolaridad, experiencia, ni habilidades para enseñar o acompañar a sus hijos, los dejan a la deriva o por fuera del sistema educativo.
Las escuelas cerradas privan a muchos niños y niñas que dependen de ellas de servicios esenciales; alimentación y protección que, debido a su pobreza y vulnerabilidad no reciben en casa. Fuera del colegio, muchos jóvenes son captados y reclutados por grupos ilegales, especialmente en zonas rurales y, los más chicos sufren violencia y maltrato en sus mismos sus hogares. A todo lo anterior se suman crisis familiares, económicas, y de salud mental que afectan a la familia y se profundizan con el confinamiento.
A nivel global las respuestas a esta situación han sido diversas, afortunadamente hay algunos buenos ejemplos a los que podemos mirar para aprender. Uruguay garantizó acceso a conectividad y herramientas digitales desde hace muchos años a los niños pequeños, de suerte que con la pandemia solo usaron lo que ya habían diseñado y que funcionaba. Su Plan de Conectividad Educativa y de informática Básica para el Aprendizaje en Línea (CEIBAL), es un modelo para el mundo.
México, igualmente, continuó el desarrollo de la televisión educativa multigrado, la secundaria por televisión y la oferta online de todos los textos educativos por niveles y materias. Chile desarrolló una plataforma con recursos para autoaprendizaje en casa y en familia y hay muchos otros ejemplos que hay que seguir documentando para conocer e imitar.
Lo primero que salta a la vista de estos casos, es que son ejemplos de compromiso gubernamental, son modelos de anticipación, de vanguardia y de larga preparación. No son soluciones de última hora que se improvisan, sino que hay una estrategia de cobertura con calidad detrás, y lo segundo, es que se han preocupado no solo por los medios para llegar a todos los rincones donde hay niños y niñas que necesitan educación, sino que demuestran un esfuerzo por asegurar sus resultados. Finalmente, a diferencia de las pequeñas soluciones en casa, son alternativas para todos, promueven equidad y justicia social.
Si bien en Colombia el Ministerio de Educación Nacional ha hecho serios esfuerzos por la conectividad, y por el mejoramiento de las plantas de los colegios y escuelas públicas, esta pandemia ha dejado a la luz muchas brechas. Y además los maestros han tenido una posición más crítica que colaborativa. A Fecode le ha faltado proponer más y exigir menos. Esperemos que, con la vacuna privilegiada para docentes, se pueda rápidamente volver a la normalidad. El costo de esta crisis educativa ha sido grande para las nuevas generaciones.
Es importante seguir atentos a estos ejemplos que empiezan a verse en el mundo, porque quizás en temas de educación, se necesita de mucha creatividad y pensamiento lateral. Hay que estar atentos a todas las buenas ideas que en tiempos de crisis emergen en el mundo.
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