“Todos, despojados de nuestros ropajes, prerrogativas, cargos y títulos, somos leprosos necesitados de curación”, este fue el llamado a la humildad que hizo el Papa Francisco a todos sus “ministros” y colaboradores en la Santa Sede. Lo hizo inspirado en el pesebre: “… si tuviéramos que expresar el misterio de la Navidad en una palabra pienso que la palabra humildad es la que más podría ayudarnos”. Este llamado nos serviría a todos, si hacemos ecos de la necesidad de cambiar nuestra forma de aproximarnos a los demás. La sociedad colombiana requiere de unas dosis muy grandes de humildad especialmente en sus líderes. No podemos seguir al son de la soberbia de unos líderes populistas que no están sembrando el bien en el país.
El Papa ata esta actitud de humildad a ser capaces de quitarnos las armaduras de nuestros, cargos, roles, títulos, poderes, capacidades, e invita a “… el deseo de no vivir más detrás del revestimiento de la gloria de este mundo, sino en la plenitud de una vida sincera, sin más necesidad de armaduras y de máscaras”. Tener la valentía de quitarse la armadura, es vital para que encontremos la naturalidad de la humildad. ¿Qué nos detiene? En muchos casos lo que se llama la normalidad de cada uno, que nos brinda seguridad. Así, la invitación es a dejar seguridades externas que nos impiden cambiar de corazón.
La humildad la plantea el Papa como la “capacidad de saber habitar sin desesperación, con realismo, alegría y esperanza, nuestra humanidad”. Y lo concreta frente a las fragilidades, cara a cara de ellas, es que podemos curarnos: “(…) humildad es comprender que no tenemos que avergonzarnos de nuestra fragilidad. Sin humildad buscaremos seguridades, y quizás encontraremos, pero ciertamente no encontraremos lo que nos salva, lo que puede curarnos”.
Actitudes humildes, de escucha abierta a los demás. Por ello arremete contra la soberbia como el encerramiento en nosotros mismos que nos hace perder la perspectiva del pasado y del futuro y que nos lanza al foso del que “vive con el sabor amargo de la tristeza estéril que se adueña del corazón”. Por ello es vital que mantengamos los diálogos abiertos, cruzados entre distintos actores sociales en nuestra sociedad. No podemos encerrarnos en las verdades de cada uno o de cada grupo, sino que debemos abrirnos a los demás despojándonos de nuestras armaduras, con una actitud de esperanza hacia el futuro.
Con humildad, podremos seguir abriendo nuevos caminos de entendimiento en nuestra sociedad, de construcción de consensos, de dinámicas de inclusión, de bienestar para todos, y fundamentalmente, nos permitirá reconstruir un tejido social en el cual la confianza y la alegría se fortalezcan para mirar con esperanza nuestro futuro. Sólo así podremos curarnos de nuestras “lepras”, aceptando nuestras fragilidades y abriéndonos a los demás para construir conjuntamente. Qué bueno que los líderes colombianos den este giro tan necesario para la democracia en el país.
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