Luis F. Gómez


El manifiesto de Davos 2020 anuncia que para que el capitalismo como sistema económico tenga futuro debe cambiar de un capitalismo centrado en los accionistas a un capitalismo centrado en los grupos de interés. El “stakeholder capitalism” o capitalismo de las partes interesadas, parece ser el desafío y propósito de las empresas en la Cuarta Revolución Industrial.
En este escenario que actualiza el valor de colaborar sobre el de competir, cobra vigencia la propuesta de Michael Porter sobre la “creación de valor compartido” y la integración de objetivos ambientales, sociales y de gobernanza en los próximos años. La posibilidad de que se fortalezca un capitalismo con un mayor sentido social, no solo viene de la buena voluntad o aquiescencia de los accionistas de las empresas, sino que hace parte de una tendencia global fuerte de inclusión y de responsabilidad social en todos los contextos.
El capitalismo de los grupos de interés, si bien viene emergiendo desde hace ya algún tiempo, se hizo protagonista en el reciente Foro de Davos, paradójicamente como la forma de aumentar la productividad y el crecimiento económico de los países de todo el mundo. Las nuevas generaciones y los más grandes líderes empresariales, dicen que ya no están dispuestos a apoyar o a mantener relaciones con quienes no tengan en cuenta la viabilidad del mundo para las futuras generaciones y con quienes solo piensen en el beneficio de los accionistas, eludiendo el compromiso con sus grupos de interés.
Para que el capitalismo funcione como un modelo para más gente, se hace importante que emerjan y se fortalezcan líderes éticos. Este liderazgo debe integrar realmente a la sociedad, porque las nuevas generaciones con acceso pleno a las redes, capaces de representarse a sí mismos, descreídos de los partidos políticos, de los gobiernos, de las instituciones y de los medios convencionales de comunicación, no quieren escuchar más discursos que disfrazan corrupción y delincuencia, quieren acciones y cambios que revelen la verdadera voluntad de equidad y justicia que el mundo reclama para ser viable. Cuando estos cambios no se ven o no se dan, los nuevos actores de la sociedad civil implacables en las redes y activos en las calles, demuestran su capacidad de producir hechos y presionar transformaciones reales.
Los más escépticos señalan que el ánimo de lucro ganará a esta tendencia, el presidente Trump ha sido uno de ellos y así lo declaró en Davos, pero lo que está sucediendo en el mundo debe, por los menos, hacer pensar por cuánto tiempo pensar así será viable. Los incendios en todo el planeta, el descongelamiento polar, la protesta social generalizada, heterogénea, que no negocia, nacida de las increíbles cifras de desigualdad social, parece contradecir a quienes defienden mantener el estado de cosas. El Fondo Monetario Mundial anunció que el crecimiento previsto para 2020 y 2021, no va a ser posible. El problema no está solamente en el nivel de crecimiento, sino en la concepción que manejamos de bienestar, que no puede seguir pegado de tener. Hay que pensar más en las condiciones para el disfrute de la vida.
Si se quiere que esta realidad cambie de tendencia, es necesario hacer las cosas de otra manera.
Davos repite la voz que ya es clamor en el mundo, sobre un nuevo liderazgo y un nuevo sistema económico más incluyente y más consciente de la importancia del futuro en el planeta para esta generación y las próximas. No son progresistas quienes lo afirman, hablamos de capitalistas que hoy son conscientes sobre que el bien común y la ética son un “buen negocio”.
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