Luis F. Gómez


En todos los procesos de paz en el mundo se presentan muchas complicaciones en la implementación. Y los estudiosos del tema traen varias maneras de asumir (o mejor evadir…) la realidad para eludir las responsabilidades. Estas “figuras” que tienden a presentarse es muy provechoso identificarlas con precisión y ponerlas al descubierto. En el caso de las exFarc ha sido patético en el caso del reclutamiento de menores.
El caso de la cruel práctica de reclutamiento de menores durante el conflicto por parte del entonces grupo guerrillero es un dato objetivo, un hecho notorio que se vio en múltiples informes de periodistas, y en no pocos informes militares que daban cuenta de muertos, heridos y desertores. ¿Cuál era el común denominador?: menores de edad.
Pero bien, frente a esos hechos, y en reiteradas oportunidades exmiembros de ese grupo guerrillero caen una y otra vez en el negacionismo, con total desfachatez niegan los hechos: no reclutamos menores. Con total contraevidencia, pero lo hacen. Y lo peor, lo repiten y repiten sin fin. Están cayendo en el vulgar negacionismo, tratan de tapar el sol con las manos. Pero en algunos casos, van más allá, donde comienza el justificacionismo. La senadora Sandra Ramírez, expareja de Manuel Marulanda, y vicepresidenta del Senado, comenzó a justificar el reclutamiento de menores, diciendo que en el derecho internacional humanitario esa categoría estaba reservada a los menores de 15. O trayendo a colación la historia de independencia en que un niño de 13 años fue el que capturó a Barreiro. Esto es caer en el justificacionismo, en una actitud que busca tender una barrera de humo, que se teje con miles de excusas y falsas razones, para esconder lo que realmente realizaron. Finalmente, otros llegan a la victimización, que es sacar el foco de la discusión en la materia para poner al responsable como víctima, para no responder en el caso. Esperemos qué vamos a presenciar ante la JEP cuando les pregunten por el reclutamiento de menores. Muchos políticos colombianos son expertos en convertirse ellos mismos, o la opinión, en mártires cuando les exigen rendición de cuentas.
Estos “ismos” generan una revictimización de todas las víctimas. Y es muy triste que se dé. En el proceso de reconciliación, es fundamental el proceso de verdad. Y este exige que los victimarios acepten sus errores, no los justifiquen, o, peor, no evadan su responsabilidad. Es fundamental para todos como sociedad que ellos asuman con claridad, honestidad y humildad los delitos cometidos durante la guerra. Todas estas metidas de pata, intencionales o por accidente, es imprescindible aceptarlas. Si los procesos de verdad se dan, es seguro que los procesos de perdón desde las víctimas podrán fluir con mayor facilidad. De lo contrario, lo que vamos a lograr es una dolorosa revictimización.
En efecto, para poder tender puentes sostenibles de reconciliación, para volver a entrelazar el tejido social desgarrado, es básico que se den los procesos de perdón, que no se pueden exigir, que no se pueden imponer, sino que hay que dejar que afloren, pero para ello es vital rociarlos con verdad y humildad de los victimarios.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015