Gustavo Robledo Isaza está cumpliendo, por estos días, 101 años. Qué maravilloso llegar a esa edad con la lucidez, pero sobre todo con ese legado de puro y duro liderazgo cívico y ciudadano, que ha tenido como línea fuerte las obras públicas para beneficio de toda la comunidad.
Como lo cuenta jocosamente el mismo Gustavo, desde los 5 años de edad tuvo la inmersión más importante en ingeniería por todas las obras que tuvo que presenciar en su temprana niñez. Fue luego del gran incendio de Manizales que desapareció más de 30 manzanas completas, y del incendio de 1926 que terminó con la Catedral y el Banco de la población. El movimiento de tierras generado y la reconstrucción de acueductos, alcantarillados, pavimentos, casas y edificios, fue su aula de clase abierta a un niño de inmensa curiosidad. Ello le impactó y lo enrutó en su vida futura profesional.
El padre Adolfo Hoyos Ocampo detectó rápidamente la valía de Gustavo y lo invitó a formar parte de la Sociedad de Mejoras Públicas. Allá llegó Gustavo con la idea del proyecto de la avenida de Chipre. La Sociedad de Mejoras fue la gran plataforma cívica donde muchos de los proyectos de Gustavo tuvieron eco. Serán cientos de proyectos que ideó con otros para el impacto de desarrollo urbanístico de Manizales. Pero más allá del legado como ingeniero y visionario, creo que hoy debemos es darle una relectura de su aporte a la ciudad desde el su liderazgo ciudadano, como una persona realmente comprometida con su comunidad, con el desarrollo de su tierra y con una sincera preocupación por la transformación de las condiciones de vida.
El liderazgo, entendido como una manera inspiradora de generar un compromiso de los demás con un impacto transformador de la realidad, es lo que podríamos decir que ha sido el gran legado de Gustavo Robledo.
Gustavo es del tipo de personas que de manera generosa, creativa y disruptiva ha querido generar transformación en Manizales. Personas que no se quedan en pasar sin dejar huella en la historia, que no quieren que las cosas sigan igual, sino que se transformen. El otro toque de Gustavo es que propone retos interesantes, grandes, no siempre fáciles, y esto es lo que verdaderamente pone a soñar a las personas en un futuro, que solo así se puede comenzar a construir.
Como lo describió Bernardo Mejía en un artículo publicado en La Patria hace un año: “Gustavo además de ser un líder cívico por excelencia, tiene el don de la creatividad, es un excelente conversador y tiene un gran sentido del humor”. Ese es el gran hombre que nos ha dejado un excelente legado de civismo.
Este es el tipo de liderazgo que requieren ahora las nuevas generaciones. Liderazgo que genere por su dinámica una verdadera esperanza en los jóvenes. Que los saque del facilismo, del negacionismo, de la fragilidad. Y que así los ponga en camino, en lucha, en tensión creativa.
Que el cumpleaños 101 de Gustavo sea una oportunidad para que todos los manizaleños hagan un examen del tipo de liderazgo que están teniendo con su ciudad.
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