El nuevo gobierno de Iván Duque se está caracterizando por decir una cosa en público y hacer justamente lo contrario. Esta posición dual se presenta también en dos escenarios fundamentales de la vida nacional: la paz y la educación.
En el primer caso, el mandatario ha planteado ante la comunidad internacional que cumplirá con los acuerdos de Colón; sin embargo, en el contexto nacional la incertidumbre invade la suerte del acuerdo en asuntos como la política sobre sustitución de cultivos ilícitos y el consumo, especialmente en cuanto al aseguramiento de un enfoque de derechos humanos y salud pública; también los derechos de las víctimas, sobre todo cuando se trata de crímenes de Estado o de representatividad política; y ni qué decir de la fallida reforma rural integral. Justo cuando el gobierno tiene la posibilidad de hacer los arreglos presupuestales necesarios para su cumplimiento, amenaza diciendo que no hay plata.
Paradójicamente y por contera, aparecen los nuevos “enemigos” en el vecindario. Congraciándose con su homólogo Donald Trump, se anuncian vientos de guerra con el hermano pueblo de Venezuela para derrocar un gobierno acorralado por las sanciones económicas de EE.UU., la insuperable dependencia de la renta petrolera, los errores de gobernabilidad, el saboteo interno de la oposición y parte del empresariado vinculado a los partidos corruptos que llevaron a ese país a la peor crisis de los años 90, y por supuesto, la promoción de la violencia social por la oposición como salida desesperada ante la incapacidad de proponer alternativas de gobierno que seduzcan a un pueblo que no quiere regresar al pasado neoliberal y corrupto de las élites históricas.
Venezuela en épocas de Chavismo, hay que reconocerlo, ha sido respetuosa de la soberanía colombiana en el tratamiento de sus conflictos internos y promotora de la paz en Latinoamérica. Obviamente, no se ha quedado de brazos cruzados ante las provocaciones.
El gobierno colombiano habla de “dictadura” en Venezuela, pero promueve la invasión militar externa y la insubordinación interna de las FFAA Bolivarianas para tomar por asalto el Palacio de Miraflores. Otra expresión dual francamente irresponsable.
Más bien, conminemos al gobierno colombiano a respetar la soberanía del pueblo venezolano para solucionar sus asuntos internos, porque en Colombia tenemos nuestros propios enemigos de la democracia y las libertades sociales y políticas, atornillados en el Palacio de Nariño y el Congreso de la República.
¿Cómo interpretar los intentos de eliminar la autonomía de los poderes en Colombia o la supresión de algunos de ellos para favorecer intereses personales del “presidente eterno”? ¿No es ese el camino expedito para coartar la democracia y avanzar por los caminos de la dictadura?
Entre tanto, la sociedad colombiana se moviliza crecientemente para exigir un redireccionamiento del presupuesto nacional, especialmente en materia de educación. Porque no es posible que en campaña el presidente Duque se haya comprometido con el fortalecimiento de la educación pública y ahora pretenda mantener el déficit acumulado, trasladando recursos para guerras compradas. Se requieren al menos de $1,4 billones para tapar el déficit de las 32 universidades públicas del país. Es imperativo que el gobierno nacional pague las deudas de este año que ascienden a $3,2 billones asegurando su funcionamiento, y redireccione los recursos para que lleguen directamente a las universidades y no al sistema de intermediación financiera, endeudando a las familias.
Tres décadas de asfixia presupuestal de las universidades públicas tocaron fondo. La financiación de la CT&i está en niveles deplorables y totalmente instrumentalizada por el mercado. Ahora avanzan por el camino de desmejorar salarios a los profesores mediante cargas tributarias absolutamente desproporcionadas y ausentes de progresividad.
Lo que está provocando el gobierno Duque es una escalada de inconformidades y movilizaciones sociales por cuenta de actitudes belicistas que ya no vienen al caso, ni en el frente externo ni en el interno.
Los colombianos queremos dar un paso adelante y no dos pasos atrás. Exigimos profundizar la democracia y callar el ruido de sables. Con educación y ciencia se logra la paz en los territorios; con educación y cultura se desestimula el consumo de drogas y se crean las condiciones para un mercado laboral próspero. Con la guerra solo quedan ausencias, dolor, pobreza y desesperanza.
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