Lina María Gutiérrez


En las últimas semanas los comentarios, acusaciones y juicios a Camila Builes salieron por todas partes a raíz de que fue acusada de plagio. El detonante de este debate fue el artículo Habitar las ruinas: un ensayo sobre la diabetes publicado en la página web de la revista Bacánika y que decidieron bajar al encontrar que tenía frases textuales, sin citar, de un libro de Anne Boyer, ganadora del Premio Pulitzer de Ensayo 2020. Al conocerse este caso, el escritor español Jorge Carrión también dijo por Twitter que Camila lo había plagiado en alguno de sus artículos.
Tras la avalancha de comentarios linchadores de los superiores morales de siempre con todo, salieron comentarios apaciguadores como el de la periodista Andrea Uribe Yepes en Twitter: “Señalar un error es una cosa, rumiar sobre el mismo error que ya se sabe que se cometió y hacer dobles y triples señalamientos es sevicia (...)”.
Sin justificar lo que en este caso debe sancionarse, vale la pena revisar a la hora de acabar con la honra de alguien, el hecho de reconocer el error y pedir perdón. Un gesto que es una rareza y una muestra de valor y rectitud. Y más en Colombia, donde asesinan, se roban el país, violan, maltratan, matonean, pasan por encima de los demás y nadie pide perdón.
Camila pidió perdón. En Twitter dejó como hilo fijado: “Nunca pretendí minimizar mis acciones. Respecto al texto de la diabetes, hablé directamente con las personas de la editorial para pedir perdón, reconocer mi falta ética y ellos, después de ver todas las reacciones del texto dieron por resuelto el tema. Sin embargo, escribo para asumir de nuevo las faltas éticas que he cometido al copiar fragmentos de textos que no me pertenecen. Cualquier explicación que dé al respecto es insuficiente y no quiero hacer de esto una carta de justificaciones. Asumo mi responsabilidad. Le pido perdón a los lectores que sintieron que algo de mi trabajo los conmovió y a todas las personas afectadas por irresponsabilidad”.
Y es que la moralidad de quien le cae al que plagia es detestable. Y más detestable, si le caen a pesar de que esa persona tuvo el valor de pedir perdón públicamente. Mario Jursich dijo en Facebook, refiriéndose al caso de Camila: “Nada más por eso, por su entereza al reconocer la falta, yo le daría una segunda oportunidad. El plagio debe sancionarse, por supuesto, pero no equivaler a una muerte en vida”.
No justifico el plagio, pero tampoco el matoneo. Y sí, da miedo la persecución de una turba enfurecida que puede acabar con la honra de alguien que cometió el descuido de no citar, sin la verdadera intención de hacer un plagio. Un poco lo que al parecer terminó pasando con el caso del gran columnista Hernando Gómez Buendía que pasó por ser juzgado por una Comisión de Ética de la revista Semana y fue cancelado como columnista por los grandes medios de comunicación colombianos.
A propósito, un caso muy famoso de plagio se recuerda en un artículo publicado en la revista semana de 2012 titulado: Plagio: la tentación de fusilar, el de Janet Cooke, quien recibió en 1981 el premio Pulitzer por un reportaje en The Washington Post sobre un niño de ocho años adicto a la heroína. Después de un tiempo se descubrió que el personaje principal de El mundo de Jimmy no existía: Jimmy era la suma de varias historias que la periodista había sintetizado. Cooke devolvió el premio.
Más allá de salir a matonear al plagiador, creo que un caso como este nos debería poner a pensar no solo a periodistas, columnistas, editores y escritores, sino a cualquier persona que transmite una idea, desde la plataforma que sea, sobre la inmensa responsabilidad que se tiene y que nadie tiene derecho de copiar, con descaro y sin remordimiento, obras ajenas para atribuírselas como propias.
Es clarísimo que el plagio es una estafa al lector, como lo dijo alguna vez el escritor y columnista mexicano Juan Villoro, refiriéndose al caso de plagio del escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, candidato al premio FIL de literatura. Al mismo tiempo que, como dice Jursich, también las segundas oportunidades, en algunos casos muy puntuales, también son válidas.
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