Recuerda la última vez que llenaste un recipiente de agua fresca y te dedicaste a regar las plantas.
Al hacerlo estabas dando vida y puedes estar seguro de que cada hoja y cada raíz te decían: “Gracias, muchas gracias”.
Cierra tus ojos, recrea la escena y sincérate: ¿Cada cuánto riegas y cuidas la planta del amor?
¿Dónde se perdieron esos detalles que antes iluminaban el rostro y el alma de tu pareja o tus seres queridos?
¿Acaso el afán de poseer acabó con la urgencia de amar? Llegó la hora de apelar a lo mejor de ti mismo.
Aún hay fuerza, ámate y ama ya que la planta del amor te pide cuidados para regalarte buenos frutos.
No dejes que el amor se muera, dale vida y dale aliento porque sin afecto y ternura eres un ser muy pobre.
Asume un compromiso y mira qué quieres hacer para reavivar el amor que es tu fuente de felicidad. Sé un dador de vida y amor.
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