Juan Álvaro Montoya


Daniella Álvarez es una joven hermosa. Barranquillera feliz, presentadora capaz, modelo exitosa y Señorita Colombia destacada; es una estrella que ilumina los espacios con su presencia. No es necesario conocerla personalmente para descubrir los dones con los cuales la dotó Dios: inteligencia, audacia, perseverancia y desde luego belleza. Este abanico, suficiente para hacer de su nombre un paradigma para muchas mujeres, ahora se engrandece con otras virtudes menos visibles, pero más valiosas que la convierten en una dama excepcional.
Daniella ha sorprendido al país con su valentía, coraje y tenacidad para enfrentar el doloroso capítulo en ciernes. En un parpadeo sus días cambiaron. Dejó las pasarelas para someterse a una sencilla cirugía en el abdomen que, por misterio del Creador, se convirtió en una isquemia que amenazaba su vida. A partir de allí otro sentido cobró su existencia. Sus comunicaciones se hicieron más subjetivas, más íntimas y fueron el relato fiel de su travesía por un episodio difícil de comprender. Es necesaria un alma sublime, elevada, aferrada a Dios para asumir con tantos bríos esta compleja prueba que le deparó el destino.
Pero Daniella ha sido más. No se amilanó ante las adversidades. No se dejó abatir por el dolor. No se limitó por el sufrimiento. A partir de este trance empezó a resurgir cual Fénix, demostrando la coraza de su tenacidad y el vigor de su fuerza. Nos ha dado una lección de agallas, de lucha y optimismo que contagia, que inspira y que nos llena de ilusión en el porvenir. Parece que su caso nos susurra que no importa el mañana, que no tienen sentido las dificultades, que no deben trascender las tristezas, que la filigrana que adorna el futuro se teje hoy. Se ha convertido en maestra de la superación. Nos expresa con cada mensaje, que es posible convertir una tragedia en una victoria rotunda, que la derrota empieza en la mente, que no perece quien no se rinde y que aún sin piernas para correr podemos tener alas para volar.
Los días venideros para Daniella se alternarán en entre el optimismo y el sacrificio, entre la lucha y el fruto de su esfuerzo. Su tesón sobresaldrá, encontrará las razones correctas para continuar adelante y hará de su fe un bastión inexpugnable. Predicará con ejemplo. No se esconderá y demostrará que las limitaciones solo existen en nuestra cabeza, que las barreras solo encuentran anclaje cierto en seres temerosos de iniciar su proceso personal de autodescubrimiento y aceptación. Ella ha hecho de su periplo un ícono y una voz de esperanza para cientos de mujeres que asimilan la belleza con un prototipo preconcebido, ignorando que cuando se goza de este tipo de valor, se hacen más radiantes que nunca, poseedoras de un encanto infinito que trasciende lo material. Ahora verán en Daniella un arquetipo que estimula e incita a levantarse siempre, sin importar la profundidad del abismo donde se encuentren.
Pensar en Daniella es meditar en el coraje de la mujer en el mundo contemporáneo. Las dificultades que enfrentan, la multiplicidad de roles que cubren y las muchas cargas que llevan se convierten en la crónica de una batalla sin fin. Nacen preparadas para la acción. Luchan sin fatiga cada mañana por los suyos, resguardando con ahínco los linderos de sus pertenencias sentimentales.
La historia de Daniella Álvarez apenas empieza. Con su juventud nos ha dado una lección de vida que merece ser contada. Ahora, tal vez con un nuevo propósito, coseche triunfos que todos gozaremos porque es digna, valiente, fuerte, pero sobre todo, porque es invencible. Pareciera que desde su experiencia nos dice: ¡Ánimo, porque la vida empieza mañana!
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