La presión al alza de la moneda estadounidense es innegable. A un poco más de dos años de haber iniciado la pandemia, la divisa estadounidense se mantiene en los temidos 4 mil pesos y al menos durante los próximos meses, no parará de subir.
En Colombia existe la libre fluctuación de esta moneda que se da, principalmente, por las leyes de oferta y demanda. Esto significa que durante los últimos días las compras de dólares para movilizar los capitales al extranjero han sido mayores a los flujos de dinero que ingresan al país.
Aunque las cotizaciones de las divisas internacionales son multifactoriales, debemos adoptar una postura crítica frente al dólar dado su peso y relevancia para nuestra economía. En efecto, la mayor parte de los bienes y servicios consumidos en Colombia se encuentran atados al comportamiento de esta moneda por lo cual su apreciación o devaluación tieneun profundo impacto en toda la economía nacional. Un aumento del billete verde encarece de manera directa, entre otros, el combustible, los insumos químicos, los pesticidas, los abonos para los cultivos, las medicinas, los materiales de construcción, los plásticos (usados como empaques en la mayoría sectores económicos) o los equipos electrónicos y tecnológicos con los que operan todas las industrias y servicios. En otros términos, en razón a la estrecha dependencia de los bienes globalizados en la cadena productiva moderna, el aumento del dólar es una historia de horror.
Nadie gana con un dólar caro. Todos perdemos. El campesino que debe comprar abonos e insumos veterinarios a precios exorbitantes o pagar un transporte mas costoso en razón a un galón de gasolina que rodea los $10.000, o los fabricantes de prendas de vestir que deben gastar mayores recursos en materia prima para vender sus productos por los mismos pírricos pesos, o los pequeños distribuidores de equipos electrónicos que deben estrechar su ganancia a un “mínimo vital” para seguir en un mercado presionado por la vacilación en el precio de sus productos. No cabe duda de que un dólar de 4 mil pesos es una pesadilla que impacta con mayor severidad a los más humildes y a las clases trabajadoras antes que a las corporaciones multinacionales quienes, curiosamente, se ven beneficiadas en este panorama pues ganan mas pesos con los dólares que ya tienen en el exterior.
Hoy el valor del dólar debería bajar en lugar de subir, dado el vertiginoso incremento del petróleo. El denominado oro negro es, por mucho, nuestra principal fuente de ingreso de divisas al país. En la actualidad Colombia produce aproximadamente 740.000 barriles de petróleo por día lo cual le representa una renta de 130 millones al año por cada dólar adicional que se negocie el preciado barril. Dada la cotización actual del crudo que supera los USD 100, nuestro dólar debería estar sobre los $3.300. Pero lejos de ello se ubica sobre los $4.060.
Sin lugar a dudas, el factor que hoy impulsa hacia arriba esta divisa es la incertidumbre política. El 22 de abril (viernes) se divulgó la última encuesta del Centro Nacional de Consultoría que posicionó a la izquierda colombiana en la punta para la primera y segunda vuelta en las elecciones presidenciales. Ese día el dólar se cotizaba a $3.759. El lunes siguiente se valoró hasta los $3.819 y un día después escaló hasta los $3.931 hasta llegar a los $4.060 de hoy. Una variación del 9,25% en una semana parece, sin mayor elucubración, un evento de pánico económico.
Bajo las actuales circunstancias podemos afirmar que nuestros dólares son “petro” dólares, no en razón al combustible que produce nuestra tierra sino por el temor que genera el candidato presidencial. Pavor que día a día empobrece, en términos reales, a las clases más humildes, a la creciente clase trabajadora y clase media que hoy debe gastar mas devaluados pesos para adquirir productos tan básicos como el vestuario o la alimentación.
Si este dantesco panorama lo vemos en campaña, no quiero imaginar lo que vivirá si la izquierda colombiana llega al poder. Tendríamos que preparar el bolsillo para un dólar de 10 mil pesos.
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