Juan Álvaro Montoya


El tiempo es el exterminador perfecto. Nada escapa de sus fauces ni puede evadir su destino. En él nos movemos de manera inexorable en el único sentido que posee, hacia adelante. Perpetuamente nos obliga a enterrar recuerdos, olvidar amores, deshacernos de apegos, pintar ilusiones, borrar frustraciones y descubrir las sorpresas que trae consigo. Es un maestro que nos acompaña desde la cuna hasta la tumba y que llevamos anclado al alma.
Pocos personajes han trascendido sus barreras y son recordados con obstinada intensidad en razón a su legado. Los nombres de Cicerón o César en la política, Sócrates o Platón en la filosofía, Gengis Kan o Napoleón en las armas y desde luego Jesús o Mahoma en la religión, serán imperecederos mientras subsista nuestra civilización. Pero otros, menos afortunados, comienzan a extraviarse bajo una losa de olvido que los sepulta en anaqueles de bibliotecas que hoy pocos leen. Sus hazañas, logros y proezas comienzan a hacer parte de un reducido grupo de historiadores que cada vez se hace más chico y que los citan como fuente obligada de estudios especializados.
Con justicia se puede afirmar que nuestro continente es hijo de hombres que amenazan con caer en el olvido. Desde niños aprendimos sobre Bolívar, Santander, Nariño o Sucre, quienes resuenan en nuestra mente como sinónimos de valentía, determinación, abnegación, sacrificio y, desde luego, libertad. Sin embargo, algunos de ellos de gran valía, se sacrificaron para asegurar nuestro proceso republicano y hoy son absolutos desconocidos para las nuevas generaciones que los confunden con cantantes, deportistas, personajes de la farándula o payasos de redes sociales.
El venezolano Francisco de Miranda fue el “criollo” de mayor envergadura universal de su tiempo. Su nombre es eje central en el proceso independentista americano y figura de primera línea en la defensa del derecho de nuestros pueblos de darse su propio gobierno. Reconocido masón, es considerado como “El precursor de la emancipación Americana”, dado que de su cosecha ideológica, fructificaron las semillas de Simón Bolívar en la Gran Colombia, José de San Martín, Andrés Bello y Bernardo O’Higgins en Chile, Carlos Montúfar en Ecuador, Carlos María de Alvear en Argentina, Fray Servando Teresa de Mier en México, Manuel Palacio Fajardo o Juan Germán Roscio en Venezuela y finalmente Hipólito Costa en Brasil. No bastando con ello, mantuvo relaciones estrechas con los generales George Washington, Henry Knox y Samuel Adams en la naciente república norteamericana.
Su periplo abarca su participación en la batalla de Pensacola en el proceso de independencia de Estados Unidos, en la batalla de Valmy en la Revolución Francesa y, desde luego en la creación de los cimientos ideológicos para la libertad del nuevo mundo, donde jugó un papel determinante al lado de sus compañeros de logia masónica para propiciar los cambios necesarios en el proceso emancipatorio. Gracias a estas gestas se le reconocieron los títulos de Generalísimo, Teniente General y Almirante en Jefe de Venezuela, Mariscal de Francia, Coronel de España, de los Estados Unidos de América y Rusia. Es el único americano reconocido como héroe de la revolución francesa con su nombre grabado en el arco del triunfo de París.
Pero nadie es profeta en su propia tierra. El arquitecto de la independencia no logró consolidar su obra. Ya en tierras venezolanas y desesperado por el cerco tendido por el ejército realista, capituló en 1812 en la ciudad de San Mateo. Simón Bolívar entendería la rendición como una traición y se apresuró a capturarlo y entregarlo al ejército imperial. Falleció solo e ignorado tres años después en una fría celda de la península ibérica.
No es necesario ser masón para admirar a Miranda. Rescatarlo de los polvorientos libros de historia debe ser parte del reconocimiento que como sociedad le debemos, ya que él edificó en favor de los ideales libertarios tanto como Bolívar, no por ser quien selló la separación del imperio español, sino por ser precisamente quien la inició y se atrevió a cuestionar el estamento que nos había controlado como esclavos de segunda por trescientos años.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015