José Miguel Alzate

De los siete libros de poesía que ha publicado Conrado Alzate Valencia apenas he leído cuatro: “Canción de Ahasverus” (2000), “Sílabas humanas” (2004), “Apología de los dragones” (2007), y “Cantos para anunciar la luz” (2010). Los otros no los conozco. Sin embargo, sus títulos: “Paraísos inexistentes” (2000), “Escrito en el viento” (2004) y “Memoria de la sangre” (2006), presagian variables temáticas en su poesía. Esos nombres le hacen pensar al lector que cada libro tiene una intensión diferente. Como a veces lo hacen los pintores con sus exposiciones, donde cada exhibición tiene un nombre acorde con la temática de los cuadros, los títulos de los libros de este poeta nacido en Riosucio hacen pensar que cada libro es una aproximación a lo que dice el nombre.
Pero cuando se entra en el contenido de los libros, en su esencia poética, en su voz como orfebre de la palabra, el lector descubre que antes que variables temáticas lo que hay en la poesía de Conrado Alzate Valencia son variables estilísticas. Me explico: en la obra conjunta del aeda aquí analizado son constantes los cambios en el tono del poema, en su fuerza expresiva y hasta en el mismo uso del lenguaje. Mientras en algunos libros aparece una voz que enseña una poesía, como dice Carlos Arboleda González, “mágicamente destilada”, donde el verso tiene tonalidades refinadas y la palabra alcanza destellos de luz, en otros asoma una poética más simple, donde se sacrifica la orquestalidad en aras de la profundidad. Son esos poemas que Nadim Marmolejo califica como “conclusiones existenciales”.
Es fácil explicar por qué en la poesía de Conrado Alzate Valencia se presentan esas variables estilísticas que un lector profano puede calificar como altibajos en la calidad literaria. Entre la publicación de dos de sus libros fundamentales para conocer su evolución poética hay tres años de diferencia. “Sílabas humanas”, que para mi gusto es su mejor poemario, fue publicado en el año 2004; y “Apología de los dragones”, que obtuvo el Premio Literatura de Caldas, en el 2007. En estos dos poemarios se advierten las variables estilísticas. Mientras en el primero hay una poesía sustanciosa, donde asoma la voz de un hombre que canta sus tristezas en un lenguaje estremecido, enriquecidos los versos con metáforas de contenido estético, en el segundo la voz es más llana, sin la fuerza telúrica del primero.
En “Apología de los dragones”, un libro donde el lector supone va a encontrar poemas que cantan a estos animales mitológicos, las referencias a ellos son pocas. Solo tres poemas hacen mención a estos animales que para el poeta fueron “seres alados de fuego, hijos del sol y hermanos del rayo”. Los otros poemas cantan a la tierra, a la casa, al árbol, al agua. Son versos escritos en un tono sencillo, sin musicalidad, sin un lenguaje que deslumbre, al estilo de Constantino Kavafis, pero con hondura filosófica. No hay fuerza poética en un verso como “Los hombres más felices del mundo son los jurados de los concursos literarios”. Ello obedece a la insistencia de Conrado Alzate por experimentar con el lenguaje, a esa necesidad que tiene de expresarse en tonos diferentes.
Los poemas del libro “Sílabas humanas” son textos de mayor contenido estético. Aquí la voz es más decantada, la palabra tiene más arquitectura poética, hay más belleza en las metáforas. En este libro fluye, torrencial, un lenguaje que llega melodioso al oído. Es una poesía diametralmente opuesta a la del libro “Apología de los dragones”, bien por su estructura artística como por la exaltación que hace de la obra de otros poetas a través de unos versos que, como los dedicados a Alexandra Pizarnik, develan su reverencia hacia autores que lo marcaron por la luminosidad de su palabra. Cuando en el poema Alexandra Pizarnik frente al espejo dice “extiendo mi mano buscando el hombro de mis amados maestros” está reconociendo la tutoría que ellos ejercieron en su formación.
En el conjunto de la obra poética de Conrado Alzate Valencia deben resaltarse sus referencias a la mitología griega, sus evocaciones de los personajes de “La Odisea” y la alusión que hace a los autores leídos. También su homenaje a Carlos Héctor Trejos. En “La canción de Hasverus” está la voz de un poeta que ha abrevado en los clásicos para imprimirle ritmo a su poesía, para darle resonancia a sus lamentos, para expresar las tristezas que llenan su alma. Por esta razón puede decir: “Me dijeron que la vida me daría un día azul de horas encantadas. Pero ella solo me dio una noche incierta donde no brillan las estrellas”. Como Kavafis, tiene poemas que llevan por título fechas. Como “Septiembre 25 de 1972”, donde dice que aún le queda un poco de luz para iluminar su noche.
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