José Miguel Alzate

Vienen a la memoria, cuando se recibe la noticia de la muerte de un amigo, los momentos compartidos con ese ser humano dotado de valores que, sin despedirse, voló hacia la eternidad. Es como si el tiempo se devolviera para traernos, frescos, el recuerdo de los diálogos alimentados con el conocimiento de la historia, las alegrías compartidas, los consejos recibidos, las tareas periodísticas realizadas en conjunto, las charlas sobre los recuerdos de la infancia, las añoranzas sobre los enamoramientos en la edad primera y las amenas tertulias sobre el periodismo caldense. Todo esto vuelve a la memoria cuando se quiere despedir a ese amigo que hizo realidad el sueño de convertirse en un periodista respetado por su objetividad en el manejo de la información.
Hablo aquí de Evelio Giraldo Ospina, un profesional con amplia trayectoria periodística que, como siempre decía su entrañable amigo Orlando Cadavid Correa, fallecido dos meses antes que él, de quienes se morían: fue llamado “a cuadrar caja con el de arriba”. Si cuadrar caja con el de arriba es presentarle un balance de las cosas buenas hechas en la tierra, este amigo que por su sentido periodístico sobresalió como director de medios en Caldas llega allá con un equipaje que le permite presentarse como un hombre de bien, honesto, sincero, emprendedor, noble, bueno entre los buenos, a quien la vida le sonrió porque se entregó con largueza al ejercicio de una profesión que si bien no da réditos económicos permite servirle a la sociedad destacando las cosas buenas.
¿Por qué le pongo como título a este articulo La columna que nunca habría querido escribir? Es fácil explicarlo. Uno no quisiera despedir a un amigo entrañable, de esos que uno llama del alma, de quien aprendió cosas positivas en la vida, que lo orientó para ser un ciudadano de bien, que le extendió la mano en momentos difíciles, que creyó en sus capacidades y que lo escuchó cuando tenía interrogantes sobre la vida. Evelio Giraldo Ospina fue eso: un consejero, un amigo leal, un hombre sin envidias, un ser humano dotado de virtudes, un profesional sin egoísmos y un periodista que supo dar ejemplo de ecuanimidad. Es duro despedirlo en este viaje sin regreso. Todo porque sembró por todas partes árboles de amistad.
Existe un verso de León de Greiff que siempre se cita cuando de despedir hacia la otra vida a alguien ligado a nuestros afectos por los hilos de la amistad o por los lazos de la sangre se trata. Es el que dice: “Señora muerte que te vas llevando, todo lo bueno que en nosotros topa”. La muerte se llevó a Evelio Giraldo Ospina sin preguntarle a sus amigos si queríamos despedirlo, sin pedir permiso para arrancarlo de este mundo, sin medir el dolor que causaba entre los suyos. Como dijo César Vallejo en los Heraldos negros: “Hay golpes en la vida tan fuertes/ golpes como del odio de Dios/ como si ante ellos la resaca de lo sufrido/ se empozara en el alma”. Y un golpe duro, seco, demoledor, que hiere el alma, es para nosotros la muerte de este amigo que llevó en su sangre la pasión por informar.
Tenía razón mi esposa cuando, al enterarse de la muerte de Evelio Giraldo Ospina me preguntó: “¿Lloró cuando se lo dijeron?” Ella sabe que era uno de mis grandes amigos. La verdad: no lo hice. Guardé en mi corazón el llanto. Fue lo mismo que me pasó cuando murió César Montoya Ocampo.
Javier Arias Ramírez, el recordado poeta de mi pueblo, escribió: “Que no se muera, no/ que no se muera/ Muera primero yo/ después cualquiera/ Pero un amigo, no/ que no se muera”. Estas palabras me sirven para expresar el dolor que me produce en el alma la muerte de Evelio Giraldo Ospina. Es que se le hace a uno un nudo en la garganta cuando tiene que despedir a alguien con quien tomó cerveza, llevó serenatas, fue cómplice de amores furtivos, recorrió las calles tras la sonrisa de una mujer y cantó una canción desesperada cuando fue rechazado en asuntos de amor. Eso es un amigo. Alguien que está ahí para poder llorar sobre su hombro la tristeza de un despecho, y que lo acompaña para celebrar las conquistas en una noche de tragos. Eje 21 será el gran legado de Evelio Giraldo Ospina.
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