José Jaramillo

A Darío Echandía Olaya (1897-1989), una de las mentes más lúcidas que ha tenido el país en todos los tiempos: jurista, filósofo y académico de varias disciplinas intelectuales, conocido como El Maestro Echandía, oriundo de Chaparral, Tolima, lo que sucedió en Colombia durante la guerra de independencia, continuó con la patria boba, las guerras civiles, la violencia política, el narcoterrorismo, las guerrillas y los grupos armados ilegales, le permitió exclamar en algún momento de escepticismo: “Colombia es un país de cafres”. La palabreja proviene de una región del sureste de África, Cafrería, excolonia inglesa, donde se dieron en una época hechos de violencia tales que generaron el término cafre como calificativo para “personas crueles, salvajes, brutales o rústicas”; o, también, “de mal gusto o vulgares”.
Echandía puede decirse que nació y vivió en “el lugar equivocado”. Sus escenarios ideales hubieran sido el Ágora ateniense, el Senado romano o la Cámara de los Lores. Su desempeño en actividades políticas, académicas y jurídicas durante todo el siglo XX le mereció ser reconocido como “la conciencia moral y jurídica de la Nación”. Desempeñó varios ministerios durante la República Liberal (1930-1946); fue magistrado de la Corte Suprema de Justicia, senador y tres veces presidente encargado de la República, entre 1943 y 1944. Es el único colombiano que ha ocupado la presidencia de los tres poderes del Estado: presidente de la Corte Suprema de Justicia, presidente del Congreso Nacional y presidente de la República. Y nunca su nombre se vio vinculado a un hecho de indelicadeza administrativa o inmoralidad profesional. Era, él sí, “honorable”. Eso le dio autoridad para decirle a un pupilo y paisano suyo, que conquistó altas posiciones políticas y fue pillado por corrupto: “Vea, mijo: en política se pueden meter las patas, pero no las manos”.
Es útil hacer estas evocaciones patrióticas y éticas cuando el escepticismo cunde en la sociedad colombiana. Sin embargo, aún existen en el rescoldo social virtudes y valores que hacen parte de los principios con los que se han formado las generaciones, que por desgracia se alteraron en las turbulencias de nuevos paradigmas, inspirados en el consumismo, el poder ganado a cualquier precio, la ignorancia tecnificada e ilustrada y el mal ejemplo de dirigentes y jerarcas que se embolataron por seguir las huellas de adalides perversos, envueltos en ropajes de fantasía, que se tongonean en las pasarelas del poder. Feliz Año Nuevo para lectores, amigos y parientes. Que el Señor los bendiga e ilumine, para que no se desvíen del sendero cristiano por comerles cuento a falsos profetas. Y que la paz sea un propósito de todos los colombianos. Amén.
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