José Jaramillo


El año 2020 comienza, como ha sido una constante en el tiempo, con expectativas y esperanzas, especialmente cuando acaban de elegirse mandatarios departamentales y locales; y estos han nombrado gabinetes con los que ejecutarán sus programas. Una práctica perversa es que los perdedores en las elecciones se dedican a meterles palos a las ruedas de las administraciones, a través de demandas, tutelas, testigos falsos y otras patrañas, lo que muestra la bajeza de “dirigentes” que carecen de patriotismo y de espíritu cívico, porque trabajan solo para sus intereses burocráticos. A esos no les deben parar bolas los funcionarios elegidos o nombrados, porque es un desgaste que a la larga perjudica a las comunidades que representan. Mejor aplicar la fórmula del desaire y decir como don Quijote: “Ladran, Sancho, porque cabalgamos”.
A lo largo y ancho del país hay tareas pendientes, aplazadas por décadas, a causa de la ineficiencia y la corrupción. El caso del acueducto de Santa Marta merece destacarse como ejemplo de lo que no debe hacerse, porque los intereses de las comunidades están por encima de la mezquindad politiquera; y de los intereses de contratistas mañosos. Sin embargo, gracias al poder de grupos políticos y económicos, que pretenden beneficios particulares inconfesables, tales entuertos no se deshacen fácilmente, como pretendía hacer el iluso y desquiciado personaje de Cervantes con injusticias y desaguisados, porque todo parece jugar a favor de los malos. Otro caso, también en la Costa Atlántica, es el de la empresa de energía eléctrica. Nadie entiende que ésta, que vende un servicio indispensable, de contado y en efectivo, desvíe la plata de los recaudos y no les dé mantenimiento a redes y equipos, provocando continuos apagones que causan perjuicios incalculables a la comunidad. Menos se entiende que el Gobierno pretenda solucionar el problema creando un impuesto que saque del bolsillo de todos los colombianos los recursos para subsidiar los malos manejos de los operadores del sistema, entre ellos una multinacional española. ¡Insólito! Pero así se mueven los hilos del poder, cuando los altos ejecutivos del equipo económico estatal son sumisos a poderosos intereses de grupos financieros.
Sueñan los pueblos con el día en que los gobernantes elegidos se amarren los pantalones y les digan a sus “patrocinadores”: “El elegido soy yo y tengo un mandato de mis electores para solucionarles sus problemas y garantizarles su bienestar. Gracias por los votos que aportaron a mi campaña, pero la factura que me están pasando, de burocracia y contratos, está viciada de nulidad”. Y tampoco recalquen lo que van a hacer. Simplemente, ¡háganlo!
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