José Jaramillo


Los Sumos Pontífices de la Iglesia católica de los últimos tiempos han asumido una actitud tolerante con los demás credos, y se han acercado a sus jerarcas para actuar conjuntamente en función de la paz, bien supremo de la humanidad, en armonía con la libertad y el derecho a una vida digna. Esa posición es la práctica del mensaje evangélico, fundamento del cristianismo. Los principios que inspiran a las religiones más representativas, que congregan a miles de millones de creyentes, no plantean como apostolado el exterminio de los devotos de creencias distintas a la suya. Sin embargo, cristianos, islámicos, budistas y judíos, por el desvió de jerarcas permeados por el poder político y la codicia, se han confrontado en guerras absurdas que presentan como religiosas para justificarlas.
El papa Francisco, uno de los líderes más influyentes del mundo actual, se ha dado a la tarea de concitar a sus homólogos de otros credos para trabajar conjuntamente por la paz y la justicia social; y promover la superación de las desigualdades, la ignorancia y el hambre. Lástima que a tales propósitos sea indispensable contar con el poder político y económico, que en la mayoría de los países está liderado por personajes insensibles, a quienes sólo los conmueven los resultados electorales y el estado de pérdidas y ganancias de sus empresas. Esa postura la define así Francisco en su encíclica Fratelli Tutti (Ediciones Paulinas, página 13, Colombia, 2020): “La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz.” Y después de reconocer los beneficios de la tecnología avanzada, afirma que “la conexión digital no basta para tender puentes, no alcanza para unir a la humanidad”. Y agrega: “La agresividad social encuentra en los dispositivos móviles y ordenadores un espacio de ampliación sin igual”. (Ib. Pg. 32) En otras palabras, para bien y para mal, la tecnología es útil y sorprendente. Al respeto afirma el pontífice romano cuando confronta tecnología y cultura: “La sabiduría no se fabrica con búsquedas ansiosas por Internet”. (Ib. Pg. 35).
En cuanto a la solidaridad y el esfuerzo conjunto de las naciones para alcanzar beneficios comunes, cada vez menos representados por organismos multinacionales convertidos en nidos burocráticos, tan costosos como ineficaces, dice Francisco: “Hoy ningún Estado nacional aislado está en condiciones de asegurar el bien común de su propia población”. (Ib. Pg. 101). Sigue.
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