José Jaramillo


A pocos días de las elecciones presidenciales, los colombianos, gracias a la profusa publicidad y a la intensa actividad proselitista de los candidatos, pueden declarar, como en los cuerpos colegiados, “la suficiente ilustración”. Nadie podrá decir que votó mal porque no sabía o porque no entendió. Además, el elector puede estar tranquilo, porque cualquiera de los aspirantes que sea elegido no va a tirar el país por un desfiladero, ni va a reiniciar una guerra, que de hecho no ha terminado. Apenas se está cocinando la paz y le faltan muchos hervores. El único candidato que presenta perfil catastrófico, por populista, soberbio e incapaz, si llega a la segunda vuelta logrará el milagro de mezclar el agua y el aceite. Es decir, que pondrá de acuerdo en su contra a verdes, azules, rojos y amarillos, porque el colombiano es cualquier cosa menos pendejo. Y si llega al poder se cae solo, como las frutas podridas, porque los empresarios, intelectuales, estudiantes, políticos de buena clase y militares colombianos no se dejan seducir con baratijas ni se le venden a un fantoche.
Por encima de los problemas propios de una comunidad afectada por la corrupción y corroída por dirigentes ineptos, el sistema institucional colombiano funciona, en aspectos fundamentales como el monetario, el comercio exterior, el acato a la legalidad, la sana influencia del catolicismo, la educación, básica, secundaria y superior; las fuerzas militares, la cultura en sus diversas manifestaciones, el empresariado productivo, la solidez financiera, las relaciones internacionales, la asistencia social, a pesar de las fallas por la influencia politiquera; la justicia, pese a lo mismo y a la mala copia de sistemas foráneos; la estructura vial, que se esfuerza por superar los atrasos; el turismo internacional, las reservas ecológicas, no obstante la explotación ilegal; el desarrollo tecnológico, el sistema político democrático, que se destaca por su solidez; la pluralidad étnica con sus características particulares y la diversidad idiosincrática de las regiones, entre las más relevantes características del país, que no es un caos, como dicen algunos.
Para seguir adelante por un camino de superación y progreso no hay que invocar héroes y figuras paradigmáticas, ni alimentar nostalgias, ni lamentarse de lo que pudo ser y no fue, sino analizar con buen criterio las propuestas de los aspirantes a gobernar el país, sin dejarse atraer por superficialidades ni vender la conciencia democrática por las monedas de Judas, sino con los ojos puestos en el futuro, cercano y lejano, para vivir en paz y con alegría, y disfrutar la descendencia con amor y sin miedo. Se llegó la hora del pensar profundo.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015