Por la ignorancia supina algunas personas desconocen hasta lo más elemental. No saben que no saben; y, peor aún, creen que saben, sin saber. Las comunidades democráticas (dictadura de las mayorías) escogen para cargos de manejo y decisión a individuos que caminan para adelante porque tienen los pies en esa dirección, pero carecen de los mínimos conocimientos necesarios para desempeñar los cargos para los que son escogidos. “Bendita democracia, aunque así nos mates”. Contaba el gerente de una sucursal de empresa financiera que para asesorarlo en el proceso de negociación de un inmueble en venta, para lo cual estaba suficientemente capacitado, enviaron de la dirección general a un joven que acababa de terminar estudios profesionales en Alemania, ostentaba una melena que le llegaba a los hombros y había olvidado el significado de muchas palabras del español, pero era hijo de un miembro de la junta directiva. Cuando el gerente local, persona de mediana edad, cuyas sienes ya pintaban canas, intentó informar al recién llegado sobre el asunto, éste lo detuvo y poniéndole el índice derecho sobre la cabeza le dijo: -Yo sé lo que hay qué hacer; y no me hable de experiencia, que esas canas suyas yo las leí en los libros y he ganado mucho tiempo. Otro joven, en cambio, cuando fue escogido como gerente de un negocio familiar, reunió a los cercanos colaboradores y les dijo: -El éxito de mi gestión depende de su experiencia y consejo. Espero poder contar con ellos. Yo apenas soy el hijo del dueño de esta empresa. Y eso, por sí solo, no sirve para que ésta sea próspera
Frases muy manoseadas dicen que “la experiencia no se improvisa”; que “el que no oye consejo no llega a viejo”; que “sabe más el diablo por viejo que por diablo” y otras de ese estilo, que cada vez pierden más vigencia por la desconexión que hay entre la juventud y la madurez, entre las cuales se ha interpuesto la tecnología con todos sus recursos. Nadie va a preguntarle al papá o a la mamá cómo hacer tal o cual cosa, cuando para eso está don Google, al alcance de un celular o una tablet. Ambos recursos, sin embargo, carecen de un elemento inmaterial: el raciocinio, que deriva de haberse equivocado, corregido rumbos y aplicado soluciones, para lo cual hay otra frase que por elemental y coloquial no es menos sabia: “Los tropezones enderezan las uñas”.
El narcotráfico tiene tal capacidad de perversión que corrompió a las guerrillas, lo que dificulta los intentos de negociar con ellas la paz, porque, además de dejar las armas, tienen que renunciar sus dirigentes a ser ricos, a menos que se les otorguen beneficios compensatorios. La soldadesca no cuenta. Por extensión a la cobertura de su influencia económica, el narcotráfico y similares han extendido sus tentáculos a los gobiernos, en todas sus instancias, para lo cual utilizan a personajes tan ambiciosos como ineptos, que exaltan con publicidad pagada, y a través de agresivas campañas por las redes. Después, les compran los votos requeridos para ganar las posiciones en los baratillos electoreros. Los más “pelaos”, por gestión de sus patrocinadores, acreditan experiencias y títulos académicos, sin necesidad de haber desempeñado cargo alguno, ni asistido a una universidad. “Tal cual”, dice el simpático muñequito del comercial.
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