José Jaramillo


Entre los miembros de una organización, política, militar o religiosa, hay tendencias ideológicas diversas, sin importar que sus estatutos y reglamentos se hayan comprometido los afiliados a obedecer y respetar. Tales tendencias provocan las divisiones en los partidos políticos, por las aspiraciones jerárquicas o de poder de sus líderes, especialmente los liberales, que por instinto son discrepantes. Los conservadores, más sumisos, acatan órdenes y directrices sin chistar, entre otras cosas porque sus jefes máximos suelen aplicar a la militancia la “disciplina para perros”. Ese estilo lo pusieron en práctica Hitler, Mussolini y el generalísimo Franco en la Europa del siglo XX; y en Colombia, a mediados del mismo siglo, Laureano Gómez, de lo que apenas damos razón quienes no solamente estudiamos historia patria sino que la vivimos. Los mismos que ahora, como una especie protegida llamada “abuelitos”, estamos confinados en las casas, hasta que el virus y el gobierno se apiaden de nosotros. La protección es semejante a la que se les da a los osos de anteojos y a los cóndores de los andes, entre otras especies animales.
Las discrepancias a las que aludimos son notorias en la cúpula jerárquica de la Iglesia católica y en las Fuerzas Armadas, cuyas eminencias cardenalicias y generales y almirantes obedecen a regañadientes las órdenes superiores con las que no comulgan y soterradamente procuran que no se cumplan. Algunos de los sumos pontífices católicos han tratado de ajustar y modernizar postulados y reglamentos que consideran arcaicos, pero encuentran resistencia en influyentes jerarcas del sector más conservador de la Iglesia. Esa circunstancia le da méritos a Juan XXIII, quien comenzó a llamar “hermanos separados” a protestantes, ortodoxos y similares, hasta entonces enemigos de la “única religión verdadera”, permitió que los ritos se cumplieran en el idioma de los feligreses y dispuso que la misa se oficiara de cara a los participantes y no de espaldas. Aún quedan monseñores rebeldes que consideran que tales cambios son herejías. Quedan pendientes temas espinosos por enfrentar en el catolicismo, como el celibato de los religiosos, la consagración de las mujeres en el sacerdocio, la eutanasia y el aborto. A ver cuál sumo pontífice se les mide.
En las Fuerzas Armadas sí que es relevante la oposición de altos mandos a disposiciones constitucionales y legales con las que no comulgan pero están obligados a acatar. Ellos se encargan de atacarlas soterradamente, utilizando su poder, el elevado presupuesto que manejan y la obediencia ciega de los subalternos. Un caso, tan relevante como sensible, ha sido la implementación del proceso de paz, en cuyo saboteo convergen influyentes políticos guerreristas y generales afines a su ideología.
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