José Jaramillo


“Si, señora, el 80% puede estar equivocado”, le contestó alguien a una dama que, refiriéndose al presidente Santos, decía que la mayoría de los colombianos lo rechazaba y que ese 80% no podía estar equivocado. “Tanto, pero tan maluco”, dijo el bobo cuando le regalaron en una casa una ollada de comida, porque estaba vinagre. En las democracias las mayorías deciden, pero no necesariamente tienen la razón. Cercanos están varios ejemplos, como la elección del presidente Trump, el Brexit de los ingleses, las elecciones y reelecciones de los dictadores venezolanos, y de otros de su estilo; y el referendo colombiano sobre el acuerdo de paz. A propósito del tema, Facundo Cabral, con su humor inigualable, decía que el pasto tenía que ser la mejor comida, porque 500 mil vacas no podían equivocarse.
Hay cosas que tienen que orientar a la opinión pública para alcanzar algún grado de salud mental, despojando el espíritu y la inteligencia de prejuicios y fanatismos. Una de ellas, es desechar la idea de que Colombia es un país de mala clase, por los problemas de seguridad que la aquejan y por los índices de criminalidad y pobreza, que son objeto de los titulares de prensa más destacados, con los que inician las primeras páginas y los noticieros de radio y televisión. Los protagonistas de esos hechos son una minoría, que desafortunadamente hace mucho daño, pero que no puede estigmatizar al país, y a su gente.
Otra muletilla que debe superarse es decir que “esta juventud de ahora”, como inicio de una retahíla de rechazos a los muchachos, por el consumo de drogas, la vestimenta estrafalaria (según los viejos), la música estruendosa (también dicho por los mayores), las barras bravas de los equipos de fútbol y la liberación sexual. Esos jóvenes, en volumen, son unos pocos, que han sido seducidos por el consumismo y el facilismo, inducidos por los mayores, empresarios de las mafias capitalistas, el narcotráfico y la corrupción. Frente a ellos hay brillantes profesionales, investigadores, artistas, líderes comunitarios, académicos y ecologistas, que confirman lo planteado por el catedrático e historiador payanés, exrector de la U. del Cauca, Édgar Penagos Casas, persona bastante mayor, quien asegura: “En medio de la etapa tenebrosa que pasamos, se levanta una juventud crítica, honesta, valiente y optimista, que está decidida a hacer acto de presencia en la conducción del país. Tienen los jóvenes pleno derecho a dudar y a desconfiar de los partidos tradicionales y más que todo de muchos de los conductores, que se convirtieron en simples usufructuarios de los gajes presupuestales y burocráticos.”
Para encontrarle el lado bueno a Colombia hay que reconocer realizaciones muy positivas, que son evidentes; y destacar sus valores humanos, que los hay, los hay. Eso aconseja el buen criterio.
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