José Jaramillo


La paciencia es una de las virtudes más difíciles de cultivar, máxime cuando las circunstancias del entorno de las personas se rigen por el “corre-corre”, el “acelere”, el “dale-dale”, el ofuscamiento, el estrés…; y otros fenómenos propios de una vida cada vez más complicada. Con el además de que es difícil sustraerse a ese ambiente, porque las comunidades están cada vez más apeñuscadas, los espacios personales más reducidos (alguien decía de su apartamento que para que entrara el sol se tenía que salir de él); la convivencia es forzosa por la cercanía con los demás y las comunicaciones no respetan ninguna privacidad. Ya no hay espacios para los anacoretas, esos sabios personajes que vivían “lejos del mundanal ruido”, porque hasta los más remotos lugares están invadidos por la minería, la construcción de carreteras o hidroeléctricas, los grupos armados (legales o ilegales) que atemorizan a los lugareños hasta en los más apartados rincones y la radio y la televisión, que, como el agua, se filtran por todas las rendijas.
En ese medio, del que nadie es capaz de sustraerse, se desempeñan los gobernantes, que deben tener “la cabeza muy bien puesta”, como se dice coloquialmente, para no enloquecerse con el clamor de las comunidades pedigüeñas; la inconformidad de tantos que, como mi pariente lejano, “no se amañan sino donde no están”; la presión de los opositores políticos; las adversidades causadas por la Naturaleza; los fenómenos socioeconómicos colaterales; y las circunstancias de su propia condición humana, que nadie entiende ni le importan, porque el mandatario vive la soledad del poder. Hasta su propia familia suele ausentarse cuando los asuntos más delicados lo agobian, para no interrumpir sus pensamientos, análisis y reflexiones.
El gobernante tiene enemigos evidentes y amigos relativos. Los primeros, ajenos al interés general y tras sus beneficios políticos a futuro, derivados de la inconformidad de los electores, cuando el mandatario tiene “el sol a la espalda”, celebran todo lo malo que le suceda. Y los segundos practican lo que se reconoce como “caridad con uñas”. Es decir, “yo lo apoyo pero qué me da”. Y esas “amistades” políticas, en un sistema democrático, son indispensables para lograr objetivos administrativos y cumplir metas.
Se necesita, entonces, tener mucha madurez intelectual y valores humanos sustentados en una formación moral sólida, para conservar el equilibrio mental y no estallar en alaridos de impaciencia, cuando hay que resolver disyuntivas como las que se plantean en el tratamiento a los subversivos reinsertados a la sociedad, que unos proponen que sean capacitados para enfrentarse a una nueva vida y otros insisten en que se les fumigue con glifosato la flora intestinal.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015