José Jaramillo


Umberto Eco, el escritor italiano que ha sorprendido a lectores de todo el mundo con obras de variadas temáticas, algunas matizadas de finísimo humor, y todas ellas con atrayente narrativa e ingredientes históricos y sociales de trascendencia ideológica, en su libro “Cómo viajar con un salmón”*, compendio de pequeños ensayos diversos en los temas y dispersos en el tiempo, incluye uno titulado “Cómo probar y reprobar con dignidad” (pág. 199), en el que expresa una inquietud sobre la cual vale la pena detenerse. Dice así: “Los medios de comunicación suelen instruir procesos contra la ciencia, a la que consideran responsable del orgullo luciferino con que la humanidad avanza hacia su posible destrucción, y al hacerlo, confunden, evidentemente, la ciencia con la tecnología. La ciencia no es la responsable de las armas atómicas, del agujero de la capa de ozono, del derretimiento de los hielos, etcétera: la ciencia, en cualquier caso, sigue siendo la disciplina capaz de avisarnos de los riesgos que corremos cuando, puede que sirviéndonos de sus principios, nos encomendamos a tecnologías irresponsables.”
Quienes disfrutan y admiran los prodigiosos avances de la ciencia y la tecnología, complementaria la segunda de la primera, no entienden por qué, mientras la ciencia con sus descubrimientos hace aportes maravillosos al progreso y bienestar de la humanidad, la tecnología se presta, no sólo para instrumentalizar tales creaciones científicas y ponerlas al alcance de las comunidades, sino para que sus equipos sirvan a intereses criminales. Dos casos ilustran tal aserto: uno, el diagnóstico médico y los tratamientos quirúrgicos, apoyados por equipos de tecnología deslumbrante; y el otro, la tecnología de las comunicaciones puesta al servicio de la desinformación; el desvío de los valores morales y formativos de las personas, especialmente niños y jóvenes; la inseguridad de los sistemas financieros, a los que los hackers llegan para saquearlos, antes que cualquier previsión; el espionaje a procesos institucionales, en especial los relacionados con asuntos diplomáticos, para filtrar información privilegiada, de modo que intereses perversos la manipulen con fines protervos, etcétera.
En un mundo dominado por el capitalismo salvaje, ante el cual el liderazgo político es impotente porque ha sido avasallado, y la ciencia es manipulada a través de la tecnología con fines comerciales; el equilibrio ecológico; la fauna y la flora; la atmósfera limpia y saludable; y bienes insustituibles, como el agua y la paz.
La ciencia, entonces, ante cuya creatividad y nobleza de objetivos debe inclinarse respetuosa y agradecida la humanidad, es manipulada por la arrogancia política y por la codicia financiera, utilizando ambas la tecnología como instrumento, para que se eleven los egos de líderes y gobernantes y engorden los balances de pulpos industriales, comerciales y financieros, y de las mafias del crimen organizado.
*Eco, Umberto. Cómo viajar con un salmón. Random House. Bogotá D.C. 2022.
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