José Jaramillo


Cuando está de por medio un asunto trascendental como elegir jefe del Estado, no se puede esquivar el tema, porque periodistas y comentaristas de los diferentes medios son responsables de las decisiones que tomen muchos electores, que acatan a ciegas lo que informan u opinan periódicos y noticieros; o lo que señalan las encuestas, porque no dudan de su objetividad y buena fe. En ese proceso de escoger interviene también la tendencia de confrontar ideas y valores. “Este es bueno y el otro no. Tal idea es buena, porque la otra es nociva…” Y así, como se cuadra un libro de cuentas, en el que hay activo y pasivo, debe y haber…, de cuyas diferencias sale el balance, favorable o adverso.
Las candidaturas políticas, como los bufés de viandas provocativas, ofrecen a electores, o comensales, opciones para que escojan a su gusto o conveniencia lo que les apetece y no les hace daño. Pero las propuestas políticas, como los manjares, no escapan de tener “aliños” inconvenientes, lo que obliga a pensar bien la elección, sobre la base de que nada es perfecto.
Para aterrizar en el caso de la elección en segunda vuelta del presidente de Colombia el próximo 17 de junio, los dos candidatos enfrentan estilos y propuestas contradictorios, pero hay que tomar una decisión, porque el voto en blanco es pusilánime e inoficioso. Ellos proponen “aliños” preocupantes, inspirados en odios y revanchismos, más que en el mejor futuro del país. Es decir, quieren arrasar con lo hecho por el presidente Santos y el alcalde Peñalosa, sin discernimiento sano, para “innovar” o para borrar sus gobiernos de la historia nacional, apelando a los bajos instintos y al inconformismo de los electores. Por ejemplo, uno de los candidatos dice que acabará con las EPS, para capitalizar en votos la inconformidad de los usuarios, pero no reconoce que el sistema lo pervirtieron los políticos y sus socios malosos, ni destaca el excelente servicio que prestan algunas de esas entidades. La solución, entonces, no es destruir sino reformar y sanear.
También es preocupante que al anhelado metro de Bogotá, que va para adelante con todos los estudios y la financiación requeridos, el exalcalde de la capital seguramente se le atravesaría, para hacerle daño al actual alcalde, objeto de sus malquerencias. De igual manera, el otro candidato y sus cercanos asesores y patrocinadores han reclutado la adhesión de organizaciones religiosas dobladas de políticas, que en caso de salir elegido le pasarían una cuenta enorme, para introducir en la administración del Estado una teocracia de efectos nocivos incalculables. Y la reforma a la Justicia que anuncian tiene un tufillo revanchista, más que la idea de recuperar la majestad y eficiencia perdidas. Estos ejemplos son apenas un muestreo, porque hay mucho más. Pero de ese bufé con aliños tan pesados tienen que escoger los colombianos el próximo presidente.
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