Factores diversos, de manera sutil, constante y progresiva, han influido para que la cotidianidad de las personas y las sociedades, en todo el mundo, se transformen, evolucionen… El fenómeno ha existido desde siempre, pero el crecimiento demográfico, la dinámica de la investigación científica y los instrumentos que aporta la tecnología, en todos los ámbitos que cubre, producen fenómenos de cambio que poco a poco se incrustan en las costumbres, y se modifican con naturalidad, sin traumas. El asunto tiene de más y de menos. Al lado de maravillosos aportes a la comodidad hogareña, el entretenimiento, el transporte, los medios de comunicación, las artes, la informática y la medicina (de ésta los procedimientos odontológicos, que otrora eran verdaderos tormentos, sin nada que envidiarles a los castigos de los nazis y la Inquisición), con la misma celeridad e idéntica eficiencia se ha refinado el crimen organizado, cada vez más “oportuno” y “productivo”. La política degeneró en traficar con el poder, sin escrúpulos éticos ni ideologías humanísticas y filosóficas; y el tener se impuso sobre el ser y el saber. “Amigo cuánto tienes cuánto vales, principio de la actual filosofía”, dice una canción, para redondear la idea.
Al análisis planteado, de cambios y transformaciones, aparentes o profundos, no escapan las religiones, cuyos principios influyen en la contención de instintos primarios de las comunidades, pero, administradas por humanos no exentos de caer en tentaciones terrenales, pueden desviar sus objetivos. Existen tres creencias monoteístas predominantes, que congregan a millones de adeptos, pero otras miles están dispersas por el mundo, independientes de las mayoritarias. Sus principios no difieren significativamente, pero los promotores de la rebeldía argumentan sutilezas, especialmente jerárquicas, para justificarse. O son un buen negocio.
De las “tentaciones terrenales” aludidas, a los jerarcas religiosos les han seducido desde siempre la riqueza y el poder, para formar una trinca exitosa, porque la riqueza elige, el poder administra los recursos y dispensa beneficios y los pastores de almas orientan las conciencias de los rebaños para apoyar a los otros dos. Subproducto perverso de esa manguala son las disidencias fanáticas, que se expresan con la violencia y el terrorismo. Ahí sí, “por los siglos de los siglos”, como registra la historia de la humanidad.
Con aportes de la ciencia, la educación de mayor cobertura y las renovadas formas de pensar, según la filosofía decanta principios contenidos en doctrinas antiguas, algunas de ellas contradictorias de la lógica y de evidencias científicas y naturales, que sólo tercos y dogmáticos profetas se empeñan en imponer, se observa un aumento de escépticos y ateos, que perdieron el miedo a los horribles castigos con que amenazan los dogmas religiosos y tampoco creen en paraísos entre nubes y placeres. Sin embargo, conservan y acatan los principios que sustentan una sociedad organizada, armónica, justa y solidaria, que garantice la sana convivencia y el bienestar de las comunidades. Falta que capitalistas, dirigentes políticos y jerarcas religiosos de todos los credos se encuentren en el bien común, en cumplimiento de los principios que proclaman, que en esencia son los mismos.
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