José Fernando Ortega Cortés


Ariel Ortiz Correa, en mi sentir que es el de muchos de los que estamos aquí presentes, pertenece a una generación a la que se ha llamado “Seres Horizonte”.
Horizonte porque si bien es cierto, “Estamos atados a la temporalidad; dependemos de ella, nos hacemos y deshacemos en ella, pero es nuestro único tesoro: ese fluido silencioso que sostiene nuestro cuerpo y que va marcando sobre nuestra carne el implacable desgaste al que nos condena es, sin embargo, una fuente de energía y alegría”.
El tiempo que Ariel Ortiz Correa vivió, en el que gozó, sufrió, soñó y pensó, hará parte de nuestra vida, como una forma de eternidad que nos permitirá alargar nuestra existencia hacia otras vidas y reflejarnos en ellas.
El libro de la vida del doctor Ariel Ortiz Correa, el tiempo recorrido en sus páginas no es solo un recuerdo donde yace el pasado, si no camino -que como su palabra- alumbrará nuestro presente y orientará a otros hacia el futuro.
Ariel Ortiz Correa profesó amor en todo lo que hizo y por todo lo que hizo. Como persona, como esposo, como padre, como compañero, como profesor y abogado penalista, como ciudadano y amigo, siempre hicieron parte de su vida: la construcción del carácter, la fuerza de sus afectos, el sentido ético y moral, la lealtad con la justicia, la ciudadanía y el compromiso con su ciudad. Todas ellas fulgurantes virtudes que personificaron en él ¡lo mejor de un gran ser humano!
Ariel Ortiz Correa fue un gran hombre para sí y para los demás, en su personalidad resuena el temple forjado de una poderosa, tranquila y serena energía interior; noble, leal, generoso y auténtico, tanto en su alma como en sus acciones.
Este lema pondría yo a su vida: “Lo célebre de un penalista no estriba solo en su estilo como jurista, sino en su manera de pensar como humanista.”
Para vencer el olvido, “y su memoria camine en el viento a través de los tiempos”, siempre hasta que se apague el sol de nuestros días, recordaremos a Ariel Ortiz Correa el hijo de Enrique y Celmira como un “Ser Horizonte”, de mirada limpia, valiente y amorosa.
¡Duerma en paz, Maestro y amigo!
*Palabras durante el funeral de Ariel Ortiz
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