Jorge Raad


Hoy aparecen las bellas películas con historias vividas por animales en donde se reproducen las características de cada uno de ellos según lo permita la técnica, con movimientos identificables y voces humanizadas en diferentes tonalidades e inflexiones muy sugestivas según la imaginación de las personas.
Aún se recuerda la extraordinaria película de Walt Disney, Fantasía, musicalizada con obras maestras, el ingenio del director y los novedosos trazos de sus dibujantes, cuyos personajes son la base de los parques temáticos donde niños viven momentos de ensueño y por extensión los adultos disfrutan de los distintos espectáculos, ¡Quién lo creyera!, recreándose sin límite volviendo a las épocas de su infancia.
Igualmente, hay películas hechas espléndidamente en donde las imágenes y los textos, interpretados por artistas de renombre como Morgan Freeman, revelan hechos históricos que hasta hace unas pocas décadas, no eran posible conocer salvo por libros farragosos que alejaba al lector interesado en los temas y casi siempre estaban dedicados a las aulas universitarias.
Llegaron escritores y dibujantes expertos, incluyendo los técnicos en infografía, buscados y preparados por los periódicos y revistas de amplia circulación, para popularizar la ciencia y todo se ha hecho fácil.
Aparecieron las 3 y 4 dimensiones en cine o discos compactos o textos, que son una maravilla. De lo simple, con párrafos y dibujos planos en blanco y negro, se ha llegado a libros que son extraordinarios para estudiar en ellos y la tecnología ha facilitado que íntegramente se encuentren en adminículos tecnológicos que se cargan en un bolsillo de 5 x 15 centímetros, disponibles de inmediato, a cualquier hora y sitio. ¡Qué espectáculo tan harto!
Los traductores de la ciencia en documentos y videos para comprensión asequible mediante ideas nítidas y lenguaje sencillo, son un núcleo de personas cada vez mejor formados en las áreas propias de su oficio. Los que se aproximan a los temas de salud humana son diferentes a quienes se involucran en astrofísica o ciencias del mar o la agronomía o matemáticas o bioquímica, para no mencionar sino unos someros índices.
Ewen Callaway retoma un reciente artículo de Jean Jacques Hublin y colaboradores, aparecido en Nature, junio 7 del 2015, pero con un año de antigüedad en poder de los editores como sucede con muchos trabajos científicos, cuyo título con traducción libre es: El fósil del Homo sapiens más antiguo permite reescribir la historia de la especie humana.
Tradicionalmente se ha establecido en 200.000 años, la existencia del ser humano inteligente en oriente de África pero con los hallazgos en Marruecos, occidente, se considera que la fecha va más atrás, con un dato más exacto de 315.000, +/- 34.000 años, determinados por la técnica conocida como termoluminiscencia. Inclusive otras investigaciones mencionan que la evolución del Homo sapiens viene desde más allá de 400.000 años.
Aun así, como lo definen los investigadores, todavía permanece incierto el lugar preciso y el tiempo en donde apareció el Homo sapiens, el hombre moderno, en la clasificación binomial
Los nuevos hallazgos se encontraron en Jebel Irhound en Marruecos e indican el más antiguo sitio del África milenaria de donde proviene la especie humana. Éste y otros sitios hallados indican que la evolución del ser humano parte de todo el continente africano, en este punto son necesarios muchos, quizá décadas, de años investigación antropológica a pesar de que cada vez son más rápidos y acertados los nuevos hallazgos.
Es importante pensar que el Sahara antiguamente era una zona con otro contexto natural por cuanto era verde, lleno de lagos y ríos.
No está escrita la última palabra sobre la evolución humana en cuanto a descubrir con absoluta precisión, incluyendo las infaltables pruebas del Ácido desoxirribonucleíco, ADN, que definirán el linaje exacto de los ancestros y los humanos modernos.
Lamentablemente, en lugar de conservarse la especie ella se autodestruye como si tuviera un gen que llevara impreso además de la mortalidad individual, la extinción del Homo sapiens. ¿Entonces, para qué tanta ciencia y tecnología? ¿Podrá ser para controlar y purificar los genes? Parece imposible pero es probable. Es una disyuntiva ética.
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