El pasado 25 de marzo, nueve entidades que agrupan médicos en Colombia se dirigieron al presidente de la República, proponiéndole en 7 líneas de acción el manejo médico en logística y administración con motivo de la presencia del Virus Corona en el país.
Allí expresan que en Colombia no hacen falta médicos. No explican la razón de esta aseveración, pero deben tener motivos para hacerla.
Sin embargo, otras voces expresan que el país está distante de tener un número adecuado de médicos para el servicio de todos, hay que recalcar todos, sus habitantes. No es evidente el número de médicos activos en el país y menos su distribución exacta en las diferentes comunidades. Aunque tampoco se conoce la velocidad del cambio generacional y la verdadera proporción entre médicos generales y postgraduados, de cualquier categoría.
En el país, la proporción de médicos generales y especialistas ha variado radicalmente desde hace 30 años.
Tampoco se conoce exactamente la distribución geográfica e institucional de los mismos, y una evidencia de lo afirmado es la encuesta del Ministerio de Salud, según circular 7 del 20 de febrero del 2020.
Hay que diferenciar los médicos que se dedican a actividades administrativas e investigativas, sin ninguna responsabilidad en clínica, cirugía, salud mental, epidemiología práctica o actividades de diagnóstico.
Suponiendo, y solo suponiendo, que en Colombia vivan actualmente 90.000 médicos. ¿Cuántos activos? Se es médico, hasta que tenga uso de razón y destrezas requeridas, pero en sentido estricto es hasta el fin de sus días.
Si a la cifra anterior se contrapone la de 50 millones de habitantes, entonces aparece de proporción de 18 médicos por 10.000 habitantes.
¿Con ellos se cubrirían todas las verdaderas necesidades sanitarias en todos los frentes? La respuesta positiva no es tan evidente. Se necesitan verdaderos estudios de campo y la hipótesis planteada indica que se requieren mínimo 30.
En lo que sí hay pleno acuerdo es en la pésima e injusta condición laboral de los médicos generales, quienes están desprotegidos ante las instituciones y comunidades. Por falta de cupos, no encuentran manera de vincularse con estabilidad a una entidad según lo determinado desde 1993.
El mejor mensaje
No importa que religión profese o que no la tenga, pero la oración del papa Francisco el 27 de marzo con motivo de la bendición Urbe et Orbi, es el mejor mensaje que han recibido todos los habitantes del planeta en este período de calamidad sanitaria. Una selección del mensaje original en L´Osservatore Romano es:
…Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente….
Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos….
La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades… La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad….
Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo…
Nota 1: En la crisis sanitaria no es tiempo de hacer balances
Nota 2: La bandera de Manizales Ciudad Universitaria, es de todos.
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