La radiodifusión sonora abarca el 80% del territorio colombiano, en cifras calculadas, ya sea por sistemas nacionales, regionales o locales. Es posible deducir que más del 95% de los habitantes ha escuchado durante su vida al menos tres horas de emisión sumados todos los minutos receptados.
La tecnología ha contribuido mucho con este sistema de comunicación para estar presente en la vida de los colombianos desde antes del nacimiento cuando la madre hace escuchar música a su feto como un complemento a la moderna pero maravillosa forma de integrar al complejo madre-hijo con el entorno.
Desde los viejos grandes instrumentos de recepción radial y atrayentes mecanismos para identificar la sintonía se ha pasado a diminutos equipos con audífonos otrora inexistentes. De una emisión poco nítida a una limpia y sencilla.
Pueden enunciarse muchas cualidades humanas y técnicas de la radiodifusión, estatal o privada, logradas a través muchos años: voces y tonalidades únicas, muchas irrepetibles; la universalidad instantánea de la fuente; la intercomunicación inmediata; la claridad de las reproducciones; la permanente emisión y la posibilidad continua de recepción; y así podrían ser enumeradas varias maravillas de esta vía de comunicación en práctica desde 1922.
La radio como se denomina comúnmente el sistema vino a reemplazar, por muchas razones, en parte al periódico utilizado desde el año 59 a.C. cuando circulaba Acta Diurna, con noticias diarias.
El sábado anterior se celebró el Día Mundial de la Radio, conmemoración creada por la Unesco en noviembre del 2011. Proceden varias reflexiones en una época en que la tecnología irreversible e incontenible ha desbordado la tradición.
La primera introspección es saber que la radio les permite estar desde niños en todas partes y con innumerables contenidos, definidos a voluntad del oyente utilizando por doquier la más sencilla tecnología.
La segunda se refiere a la capacidad del oyente para identificar plenamente lo que se le entrega través de los contenidos: Noticias; comentarios u opiniones; cultura; religión; política; mercadeo; salud; deportes; música y otras variedades. A veces esta separación no es posible y el oyente recibe una mezcla insufrible de temas, versiones e interpretaciones, en un mismo espacio hasta carcajadas forzadas y simuladas.
La tercera se refiere a la necesidad de tener o no compañía radial durante la actividad cotidiana, ya sea en lo laboral desde el campo hasta cualquiera en cualquier parte; la instrucción y quizá la formación; la producción científica; la construcción periodística; la diversión de cualquier inclinación; la tutela del sueño y finalmente saber si hay actividad exenta de la radio.
La cuarta y la más importante es saber si la radio ha impactado la vida de cada quien. La respuesta tiene dos variantes tajantes: No y sí. De lo primero no hay análisis posibles salvo conocer los motivos del no en un mundo permeado por la radio. De lo afirmativo hay infinidad de planteamientos que definen la medida en que la radio ha influido en la vida, determinando el tiempo de la influencia y la magnitud de la marca.
Quien oye radio frecuentemente, tiene una impronta de cualquier medida que lo marca para la vida. Quienes fueron radioaficionados recuerdan el desarrollo del gran sentido de solidaridad.
Sin embargo, hay que saber distinguir acciones básicas como noticia y opinión, las cuales deben estar separadas y si están juntas deben ser claramente identificadas. Hay que tener cuidado con aquellos que opinan de todo, a todas horas y en todas partes. Final e independientemente a la radio se le debe mucho pero la crítica debe estar presente porque no siempre lo que se oye es verdad.
Nota: Manizales, merecidamente universitaria.
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