Jorge Raad


El viernes pasado el Maestro Moisés Wasserman, planteó la necesidad de pensar en la educación superior para el año 2057 y menciona a la medicina como uno de los objetivos de los nuevos planes que deberán modificar la formación de los médicos.
Hay que expresar que lo propuesto por el ex rector de la Universidad Nacional de Colombia es válido en la medida que la educación superior necesita de una dinámica que debe hacer parte de la esencia de la visión de las universidades y Escuelas Médicas.
El inicio de la enseñanza de la medicina, nacida como un hecho natural derivada del quehacer diario, propio de las actividades que posteriormente encarnó un personaje que se denominó médico.
Desde los albores de la evolución humana, como una acción propia de los congéneres hasta la actualidad ha existido una preocupación sentida por quienes ejercen la profesión, relacionada con la manera como se debe cumplir el mandato Hipocrático adaptado para la ley colombiana: Enseñar mis conocimientos médicos con estricta sujeción a la verdad científica y a los más puros dictados de la ética.
Desde la preeminencia de las Escuelas europeas y norteamericana, incluyendo las combinaciones de ellas y estructuración de las Escuelas colombianas, se han formado médicos desde el siglo XVIII hasta ahora.
El clásico modelo flexneriano de principios del siglo XX, que reemplazó a las autoritarias Escuelas europeas hasta los híbridos modernos, se han constituido en el país centros de enseñanza médica, en donde el número es lo de menos, aunque para algunos es lo de más, siendo la calidad la etiqueta en sus egresados, profesores, investigaciones y servicios de extensión, la esencia que deben demostrar en cada unidad formativa, para lograr su validez ante la sociedad.
Sin dejar de reflexionar y planificar lo que deberá acontecer dentro de cuatro décadas, es necesario que en tiempo presente se analice y decida sobre las modificaciones necesarias que deben imperar en la educación superior, adoptando cambios inmediatos y otros a mediano plazo, con la intención de no esperar mucho tiempo para que los médicos colombianos sean cada vez mejores, como la premisa inconmutable de la educación.
Hay que partir de nuevo de otra premisa: Los médicos en Colombia no se deben formar para un Sistema de Salud ni para un gobierno ni para un año ni para una entidad y mucho menos para el capricho de una persona o grupo de ellas.
Evidentemente, el médico dentro de su integralidad dada por la universidad y su Escuela Médica, deberá atender a normas que imperan en diferentes épocas y que puedan llegar a restringir el ejercicio en determinadas condiciones, pero ello no es causa para preparar en forma restrictiva a los médicos generales, especialistas o supraespecialistas, de diversa connotación académica y asistencial.
Es indudable que la educación médica necesita una revisión profunda en Colombia. Existe una brecha inmensa entre las diferentes Facultades y Escuelas Médicas.
Hace 4 meses se conoció el producto de la Comisión, designada por el Gobierno nacional, bajo la tutela indispensable de los Ministerios de Salud y Protección Social junto al de Educación, para la Reforma de la Educación Médica en el país.
En ese tiempo se pidió que todas las instituciones interesadas en el tema, que además es una obligación, analizaran el documento y se pronunciaran sobre su contenido y en caso contrario presentaran sus propias propuestas. Salvo honrosas y pocas excepciones el silencio campea por doquier. Los análisis deben ser multidisciplinarios.
La formación básica del actual estudiante y del profesional joven deja grandes vacíos, no es suficiente la obtención de la Acreditación de Calidad del Ministerio de Educación. Ello se evidencia en el ejercicio diario de la medicina en el país sustentado por las diferentes calidades teóricas y prácticas de los médicos, que comprometen en no pocos casos la vida de los pacientes, sus familias junto al desamparo en el cual se encuentran las comunidades de todos los rincones del país.
Evidentemente el triángulo: médico, paciente e institución, también debe ser replanteado. No todo es culpa del médico.
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