Jorge Raad


sitúan al borde del inmenso y esplendoroso mar Cantábrico es el reconocido milenariamente como Principado de Asturias, del cual el heredero a la corona española deriva su título. Ahora lo detenta la Princesa Leonor de Borbón. Su padre, el Rey Felipe VI, la representa hasta que ella asuma funciones por derecho propio.
En 1981, se instituyeron los Premios Príncipe de Asturias, En ese entonces el Príncipe era Felipe de Bordón y Grecia, actual rey, quien ha sido el constante líder benefactor de la Fundación que recibe candidatos de todo el orbe y otorga varios galardones para resaltar las actividades: Científica, técnica, cultural, social y humanas, tanto institucionales como a personas o grupos de ellas. El jurado es autónomo.
La ceremonia para entregar los premios se hace en el Teatro Campoamor de Oviedo, la capital de Asturias, en donde prima el protocolo y la sobriedad, alterada cuando los galardonados saludan a los asistentes.
Sonrisas, saludos, alfombras azules, fotografías, filmaciones, gaitas, vestidos autóctonos y otros del diseñador de moda, un recinto pleno de convidados y espectadores en la calle aplaudiendo, hacen el entorno al acto central.
Varios colombianos han sido ganadores: Álvaro Mutis, Ingrid Betancourt, Belisario Betancurt, Manuel Elkin Patarroyo, El Espectador y El Tiempo.
Este año entre quienes recibieron el Premio Princesa de Asturias, nombre adoptado en el 2015, se encontraba el filósofo estadounidense Michael J Sandel, quien fue seleccionado en la categoría de Ciencias Sociales quien durante la ceremonia expresó palabras sentidas e importantes por las ideas centrales que deseaba hacer llegar.
El centro de su exposición fue la remembranza de Reginaldo. Dijo Sandel:….visité una favela en Río de Janeiro. Ese barrio marginal masivo rebosa tanto crimen y violencia que ha sido sometido a lo dan(sic) en llamar “pacificación”, una especie de ocupación militar. Allí conversé con un grupo de líderes comunitarios y jóvenes activistas sobre cómo encontrar una voz y construir una comunidad, incluso en medio de la pobreza y la violencia.
Presidía la reunión un hombre llamado Reginaldo. Había crecido en la favela. Reginaldo me contó que él también se había enamorado de la filosofía. Analfabeto hasta la edad de 25 años, trabajó como recolector de desechos, yendo de puerta en puerta en los barrios ricos, recogiendo cosas de valor de los contenedores de basura de la gente. Una vez, encontró un libro roto. Mientras se esforzaba por entenderlo, el dueño de la casa lo vio y le preguntó qué estaba haciendo. Resulta que el libro roto contenía parte del diálogo de Platón sobre el juicio de Sócrates. Su dueño, un profesor jubilado de filosofía, enseñó a Reginaldo a leer y juntos hablaron sobre Platón.
Continuó Sandel: Reginaldo aún vive en la favela y lidera los debates allí. Creo que él y yo estamos comprometidos con el proyecto que Sócrates comenzó: Invitar a los ciudadanos, independientemente de sus antecedentes o circunstancias sociales, a hacer preguntas difíciles sobre cómo debemos convivir. En un momento en que la democracia se enfrenta a tiempos oscuros, hacer estas preguntas es nuestra mayor esperanza para arreglar el mundo en el que vivimos.
Esta es la filosofía política a la cual se han dedicado muchos conductores del pensamiento social: Confucio, John Locke, Spinoza, Rousseau, Voltaire y otros, que desemboca en la acción, por ello las palabras del rey en el acto deben ser pensadas: Para Sandel es vital que los ciudadanos se cuestionen una y otra vez cuál es el camino hacia el equilibrio; cómo abordar la preponderancia de las sociedades de mercado; de qué manera asegurar que el debate público servirá para resolver algunas de las cuestiones más acuciantes; en definitiva, cómo trabajar unidos por una sociedad más racional, más informada y más dichosa.
Es fundamental para los pueblos ir más allá del pragmatismo porque se debe determinar sin atenuantes las relaciones entre la sociedad y sus asociados. La ciencia y la filosofía políticas se complementan para finalmente definir los derechos y deberes. Se necesitan muchos filósofos políticos.
Ejemplos de Reginaldo existen por doquier. ¿Qué tan lejos está cada uno?
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