Hace 10 días José Elías Romero Apis escribió en El Excelsior, México, un artículo titulado: Presidentes bien amados y mal queridos. Expresó que existen algunas constantes refiriéndose a los presidentes mexicanos: Adolfo   entre sus odiados y del segundo que nadie lo tendría entre sus amados.
Aunque no lo menciona en su publicación, López Mateos, 1908-1969,  ejerció la Presidencia de México de 1958 a 1964, entre sus principales actos de gobierno se produjo la nacionalización de la industria eléctrica; la creación del Instituto de los Seguros Sociales de los Trabajadores del Estado con su hospital insignia: El 20 de Noviembre; inauguró el Centro Médico Nacional del Instituto Mexicano del Seguro Social; fue un defensor de la educación pública y laica; construyó el conjunto residencial Tlatelolco; edificó los primeros bloques del Instituto Politécnico Nacional, IPN; construyó e inauguró el bello y emblemático Museo Nacional de Antropología. Obtuvo la sede de los Juegos Olímpicos de 1968.
Tampoco lo menciona Romero Apis, Gustavo Díaz Ordaz, 1911-1979, fue presidente de México entre 1964 y 1970. Durante su controvertido gobierno se evidenciaron múltiples acciones represivas. En 1968 se produjo la denominada y conocida Matanza de Tlatelolco, Plaza de las Tres Culturas, que dejó infinidad de muertos estudiantiles. Se le atribuye junto a otros la responsabilidad intelectual de este baldón en la historia mexicana y de América Latina. Desde el enfoque económico tuvo aciertos.
Igualmente analiza otros presidentes mexicanos fallecidos ubicándolos entre amados y odiados. Pero también menciona que varios de ellos han pasado con el tiempo de una a otra categoría, en la medida en que sus vidas se esclarecen  o permanecen en el tiempo sin suscitar ninguna definición a favor o en contra, como se dice: La indiferencia, el terror de los políticos.
Si se aplicara en Colombia la misma medida con los extintos presidentes y otros, los resultados serían variables y habría más de una sorpresa. Ahora bien, si se tuviera la facultad de observar y entender el futuro partiendo de los resultados, unos serios y otros manipulados, de las encuestas actuales sobre los actuantes gobernantes, legisladores o directivos o cualquier persona, las  conclusiones serían desiguales y desconcertantes.
Un enorme pecado, cada vez más evidente, consiste en la dependencia de las encuestas,  afortunadamente hay excepciones honrosas, como guías imprescindibles de conductas. Los famosos: ¿Qué dirán? y luego: ¿Lo estoy haciendo bien?, se convierten en mandatos laborales. Existen contrasentidos cuando es necesario consultar sobre las acciones a emprender o evaluar los resultados de ellas. Pero, la consulta si se realiza de manera técnica y oportuna, no siempre universal y pública, debe servir de base para la reflexión honesta como un mecanismo de sana retroalimentación. Las pesquisas no son útiles en todo ni a todos ni a toda hora, salvo cuando se quiera engrandecer el ego.
¿Cuál  o cuáles presidentes colombianos de los últimos 70 años merecen el calificativo de amado? ¿Cuál o cuáles son odiados? La respuesta debe ser sobre la generalidad de sus acciones, ninguno de ellos fue un ángel o un demonio en todos sus actos. Absolutamente bueno o malo no han existido, pero con la evocación varios han estado muy cerca de ser ángeles exterminadores.
¿Pudieran ser amados Carlos Lleras, Alberto Lleras o Guillermo Valencia?
¿Pudieran ser amados Fortunato Gaviria y Ernesto Gutiérrez Arango?
Porque de los no amados se encarga en su fuero interno cada miembro de la sociedad.
Nota 1: Cada día más cerca del balance de la crisis sanitaria.
Nota 2: Manizales, Ciudad Universitaria, cada vez más grande.